JMS Hermanos: Puesto que ustedes ha resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos juntamente con él. san Pablo a los Colosenses 3, 1-11
" Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como maldito, por causa del Hijo del Hombre."
En su camino hacia la santidad, el cristiano encontrará a veces un clima de hostilidad, que el Señor no dudó en llamar con una palabra dura: persecución
Pero la persecución no quiere decir desgracia, sino bienaventuranza, alegría y dicha, porque es resello de autenticidad en el seguimiento de Cristo, de que las personas y las obras van por buena senda. No deben quitarnos la paz ni deben sorprendernos las contrariedades que surjan en nuestro camino. Si alguna vez permite el Señor que sintamos el dolor de la persecución abierta –la calumnia, la difamación...–, o aquella otra más solapada –la que emplea como armas la ironía que trata de ridiculizar los valores cristianos, la presión ambiental que pretende amedrentar a quienes se atreven a mantener una visión cristiana de la vida y les desprestigia ante la opinión pública–, hemos de saber que es una ocasión permitida por el Señor, para que nos llenemos de frutos, pues, como decía un mártir mientras se dirigía a la muerte, “donde mayor es el trabajo, allí hay más rica ganancia”5. Entonces deberemos agradecer al Señor esa confianza que ha tenido con nosotros al considerarnos capaces de padecer algo –poca cosa será– por Él. Imitaremos, aunque a mucha distancia, a los Apóstoles, que después de haber sido azotados por predicar públicamente la Buena Nueva salieron gozosos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús6. No se callaron en su apostolado, sino que predicaban a Jesús con más fervor y alegría. Tampoco nosotros debemos callar: la oración ha de ser entonces más intensa y mayor la preocupación por las almas. Es bueno acordarse en esos momentos de las palabras del Señor: Alegraos en aquel día y regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en el Cielo.
Dichosos los pobres ¡Ay de ustedes, los ricos!
En aquel tiempo, mirando Jesús a sus discípulos, les dijo:
"Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios.
Dichosos ustedes lo que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán.
Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre.
Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el Cielo; pues así trataron sus padres a los profetas.
Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena!
¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
"Busca solo la gloria de Dios y, amando a todos, no te preocupe que otros no te entiendan”
De las contradicciones hemos de sacar mucho fruto. “Se había desatado la persecución violenta. Y aquel sacerdote rezaba: Jesús, que cada incendio sacrílego aumente mi incendio de Amor y Reparación”. No solo no deben hacernos perder la paz ni ser causa de desaliento o de pesimismo, sino que han de servirnos para enriquecer el alma, para ganar en madurez interior, en fortaleza, en caridad, en espíritu de reparación y de desagravio, en comprensión.
Ahora y en esos momentos difíciles que, sin ser habituales, pueden presentarse en nuestra vida, nos harán mucho bien aquellas palabras pacientes y serenas de San Pedro dirigidas a los cristianos de la primera hora cuando padecían calumnias y persecución: Mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.
El Señor se valdrá de esas horas de dolor para hacer el bien a otras personas: “Algunas veces llama por los milagros, otras por los castigos, algunas por las prosperidades de este mundo, y, por último, en otras ocasiones llama por las adversidades”.
En toda situación tendremos siempre motivos para estar alegres y ser optimistas, con el optimismo que nace de la fe y de la oración confiada. “El Cristianismo ha estado demasiadas veces en lo que parecía un fatal peligro, como para que ahora nos vaya a atemorizar una nueva prueba (...). Son imprevisibles las vías por las que la Providencia rescata y salva a sus elegidos. A veces, nuestro enemigo se convierte en amigo; a veces se ve despojado de la capacidad de mal que le hacía temible; a veces se destruye a sí mismo; o, sin desearlo, produce efectos beneficiosos, para desaparecer a continuación sin dejar rastro. Generalmente la Iglesia no hace otra cosa que perseverar, con paz y confianza, en el cumplimiento de sus tareas, permanecer serena, y esperar de Dios la salvación”.
Los momentos en que encontremos dificultades y contradicciones –sin exagerarlas– son particularmente propicios para ejercitar una serie de virtudes: debemos pedir por aquellos que –quizá sin saberlo– nos hacen mal, para que dejen de ofender a Dios; desagraviar al Señor, siendo más fieles en nuestros deberes cotidianos; hacer un apostolado más intenso; proteger con caridad delicada a aquellos hermanos “débiles” en la fe que por su edad, por su menor formación o por su especial situación, podrían recibir un mayor daño en su alma.
La Virgen Nuestra Madre, que nos ayuda en todo momento, nos oirá particularmente en los más difíciles. “Dirígete a la Virgen –Madre, Hija, Esposa de Dios, Madre nuestra–, y pídele que te obtenga de la Trinidad Beatísima más gracias: la gracia de la fe, de la esperanza, del amor, de la contrición, para que, cuando en la vida parezca que sopla un viento fuerte, seco, capaz de agostar esas flores del alma, no agoste las tuyas..., ni las de tus hermanos”
Madre querida acógeme en tu regazo, cúbreme con tu manto protector y con ese dulce cariño que nos tienes a tus hijos aleja de mí las trampas del enemigo, e intercede intensamente para impedir que sus astucias me hagan caer. A Ti me confío y en tu intercesión espero. Amén.Propósito:
Mes de la Biblia: trataré de meditar el Evangelio del próximo domingo
para prepararme a participar mejor de la Santísima Eucaristía
Te invito a seguir el Link siguiente, donde encontraras Las Bienaventuranzas
para ver y meditar con nuestra fe en alto, abramos el corazon!
http://www.youtube.com/watch?v=bGyzJGeEW1g