JMS ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,que a mi puerta, cubierto de rocío,pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
El tema, mil veces vivido por el poeta, tan proclive al desvío como al arrepentimiento, expone una de tantas situaciones de incomodidad interior, ante la sucesión de sus vivencias de hombre pecador que se sabe llamado por Dios, una y otra vez, a la conversión inaplazable. El enfoque compositivo destaca la amorosa y paciente espera silenciosa de Cristo, sujeto a todos los agravios que infiere la infidelidad, con tal de alcanzar al fin una atenta respuesta. En su espiritual desconsuelo, el poeta imagina la dureza de su indiferencia como la actitud de quien sabe a Jesús desamparado a la intemperie fría de la noche, sufriendo el relente tras la puerta, mientras se excusa una y otra vez, sin lograr desalentar por eso las esperanzas de Cristo. Por eso iniciará el poema preguntando ya a Jesús la razón por la que se empeña tanto en procurar su amistad: "¿Qué tengo yo?", pregunta el poeta.Rafael y Lope de Vega
Queremos recibir a Jesus en nuestros corazones, recibirlo en nuestras casas como nuestro mejor amigo, y darle el mejor lugar, escucharlo cuando nos habla, comprender sus palabras. Queremos amarlo amando a nuetros amigos y enemigos, dando siempre lo mejor y esperando con paciencia que se haga la Voluntad de Dios si es para el bien de nuestra alma, Que hoy recibas a Jesus en tu corazon y jamas, jamas lo dejes esperando en la puerta.
Rezemos juntos;
QUEDATE SEÑOR, CONMIGO
Quédate, Señor, conmigo, porque ten necesito ver presente para no olvidarte, pues ya sabes con cuenta frecuencia te abandono.
Quédate, Señor, conmigo, porque soy muy débil y necesito de tus alientos y de tu fortaleza para no caer tantas veces.
Quédate, Señor, conmigo, porque Tú eres mi vida y sin Ti con frecuencia decaigo en el fervor.
Quédate, Señor, conmigo, porque Tú eres mi luz y sin Ti estoy en tinieblas.
Quédate, Señor, conmigo, para que oiga tu voz y la siga.
Quédate, Señor, conmigo, para demostrarme todas tus voluntades.
Quédate, Señor, conmigo, porque deseo amarte mucho y vivir siempre en tu compañía.
Quédate, Señor, conmigo, porque todo mi ser te está consagrado y Tú me perteneces.
Quédate, Señor, conmigo, y haz de mi corazón una celda de amor de la cual nunca te alejes.
Quédate, Señor, conmigo, si quieres que se te fiel.
Quédate, Señor, conmigo, porque aunque mi alma es muy pobre, deseo que sea para Ti un lugar de consuelo, un huerto cerrado, un nido de amor.
Quédate, Señor, conmigo, y haz que tu amor me inflame tanto que me consuman sus amorosas llamas.
Quédate, Señor, conmigo, porque se hace tarde y declinan las sombras, es decir, se pasa la vida, se acerca la cuenta, la eternidad, y es preciso que redoble mis días, mis esfuerzos, que no me detenga en el camino y por eso te necesito. Se hace tarde y se viene la noche, me amenazan las tinieblas, las obscuridades, las tentaciones, las sequedades, penas, cruces, etc., y Tú me eres preciso, Jesús mío, para alentarme en esta noche de destierro, ¡Cuánta necesidad tengo de Ti!
Quédate, Señor, conmigo, porque en esta noche de la vida y de los peligros, deseo ver tu claridad, muéstrateme y haz que te conozca como tus discípulos en el partir del pan, es decir, que la unión Eucarística sea la luz que aclare mis tinieblas, la fuerza que me sostenga y la única dicha que embriague mi corazón.
Quédate, Señor, conmigo, porque cuando llegue la muerte, quiero estar junto a Ti y si no realmente por medio de la Sagrada Comunión al menos quiero tener mi alma unida a Ti por la gracia y por un abrasado amor.
Quédate, Señor, conmigo, no te pido sentir tu adorable presencia y tus regalos divinos que no los merezco, pero tu residencia en mi por la gracia ¡oh, sí que te la pido!
Quédate, Señor, conmigo, pues a Ti sólo te busco, tu amor, tu intimidad, tu Corazón, tu espíritu y tu gracia. Te busco por Ti mismo porque te amo; y no te pido más recompensa que amarte con solidez, prácticamente, amarte únicamente, amarte cuento puedo, amarte con todo mi corazón en la tierra para seguir amándote con perfección por toda la eternidad.
ORACIÓN
¡Oh Cristo Jesús! os reconozco por Rey universal. Todo lo que ha sido hecho, ha sido criado por Vos. Ejerced sobre mí todos vuestros derechos.
Renuevo mis promesas del bautismo renunciando a Satanás, sus pompas y obras, y prometo vivir como buen cristiano. Y muy en particular me comprometo ha hacer triunfar, según mis medios, los derechos de Dios y de vuestra Iglesia.
¡Divino Corazón de Jesús! os ofrezco mis pobres acciones para obtener que todos los corazones reconozcan vuestra Sagrada Realeza y que, así, el reinado de vuestra paz se restablezca en el universo entero. Así sea.
Meditacion