sábado, 2 de enero de 2010

Si pretendes tener todo no tendras nada, aprende a ser feliz sin nada y lo tendrás todo.


JMS Hija mía: Ora, sonríe y bendice a todos tus hermanos. Que la paz de Dios sea tu permanente compañía.

Estemos siempre con paz. Si de verdad buscamos a Dios, todo será ocasión para mejorar.

Al terminar nuestra oración hagamos el propósito de acudir a Jesús, presente en el Sagrario, siempre que las contradicciones, las dificultades o la tribulación nos pongan en situación de perder la alegría y la serenidad. Acudamos a María, a la que contemplamos en el belén tan cercana a su Hijo. Ella nos enseñará en estos días llenos de paz de la Navidad, y siempre, a comportarnos como hijos de Dios; también en las circunstancias más adversas.

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían, quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.

Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.

Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.

Oremos;

Mira a la Madre de tu Hijo y escúchanos.

Para que María mantenga unidos a los cristianos y nos ayude a encontrar la paz en nuestra vida.
Mira a tu Madre, Señor, y escucha nuestras oraciones, y ya que es también nuestra Madre, haz que vivamos siempre bajo su protección para que Ella guíe nuestros pasos hacia Ti. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Al mirar hoy a Nuestra Señora, Madre de Dios, que nos ofrece a su Hijo en brazos, hemos de dar gracias al Señor, pues “una de las grandes mercedes que Dios nos hizo además de habernos criado y redimido fue querer tener Madre, porque tomándola Él por suya nos la daba por nuestra”.

Enseña Santo Tomás de Aquino que María “es la única que junto a Dios Padre puede decir al Hijo divino: Tú eres mi Hijo”. Nuestra Señora -escribe San Bernardo “llama Hijo suyo al de Dios y Señor de los ángeles cuando con toda naturalidad le pregunta: Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros?

(Lc 2, 48). ¿Qué ángel pudo tener el atrevimiento de decírselo? Pero María, consciente de que es su Madre, llama familiarmente Hijo suyo a esa misma soberana majestad ante la que se postran los ángeles. Y Dios no se ofende porque le llamen lo que Él quiso ser”. Es verdaderamente el Hijo de María.

Al comenzar un nuevo año, aprovechemos para hacer el propósito firme de recorrerlo día a día de la mano de la Virgen. Nunca iremos más seguros. Hagamos como el Apóstol San Juan, cuando Jesús le dio a María, en nombre de todos, como Madre suya: Desde aquel momento , el discípulo la recibió en su casa. ¡Con qué amor, con qué delicadeza la trataría! Así hemos de hacerlo nosotros en cada jornada de este nuevo año y siempre.

Oremos Juntos a Maria Madre Nuestra

Dulzura de los ángeles, alegría de los afligidos,
abogada de los cristianos, Virgen madre del Señor, protégeme y sálvame de los sufrimientos eternos.

María, purísimo incensario de oro, que ha contenido a la Trinidad excelsa; en ti se ha complacido el Padre, ha habitado el Hijo, y el Espíritu Santo, que cubriéndote con su sombra, Virgen, te ha hecho madre de Dios.

Nosotros nos alegramos en ti, Theotókos; tú eres nuestra defensa ante Dios. Extiende tu mano invencible y aplasta a nuestros enemigos. Manda a tus siervos el socorro del cielo.