martes, 26 de enero de 2010

El que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.


JMS Déjate encontrar por Cristo

Sólo Jesús puede salvar al hombre, porque toma sobre sí su pecado y le ofrece la posibilidad de Cambiar.

"Todos tenemos necesidad de conversión y de arrepentimiento; todos tenemos necesidad de la gracia salvadora de Cristo, que El ofrece gratuitamente, a manos llenas."


En los momentos de desaliento y angustia, cuando la vida y el mundo parecen desplomarse, no olvideis las Palabras de Jesús: "Venid a Mí todos los que están fatigados y oprimidos, que Yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de Mí, que Soy Manso y Humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, pues Mi Yugo es suave y Mi carga ligera".
Jesús es La Luz capaz de iluminar las tinieblas en que se debate nuestra inteligencia limitada; El es La Fuerza que puede dar vigor a nuestras flacas voluntades; El es el calor capaz de derretir el hielo de nuestros egoísmos y devolver el ardor a nuestros corazones cansados.
Como cristianos que somos debemos ofrecer nuestros recuerdos al Señor. Pensar en el pasado no modificará la realidad de vuestros sufrimientos o desengaños pero puede cambiar el modo de valorarlos.
En el camino de vuestra vida no abandoneis, la compañia del Señor. Si la debilidad de la condición humana os llevara alguna vez a no cumplir los mandamientos de Dios. Volved vuestra mirada a Jesús y gritadle: "Quedate con nosotros, vuelve, no te alejes."
Recupera la luz de la gracia por el sacramento de la penitencia.

Jesús sale siempre a nuestro encuentro..

Con Cristo podemos encontrarnos siempre por mucho que hayamos pecado, por muy alejados que nos sintamos, porque El está saliendo siempre a nuestro encuentro. Dios es infinitamente grande en el amor, "Tal amor es capaz de inclinarse hacia todo hijo pródigo, toda miseria humana y singularmente hacia toda miseria moral o pecado, cuando esto ocurre , el que es objeto de misericordia no se siente humillado, sino como hallado de nuevo y revalorizado."
No hay quien no necesite de esta liberación de Cristo, porque no hay quién , en forma mas o menos grave, que no haya sido y sea aún, prisionero de sí mismo y de sus pasiones . Todos tenemos necesidad de conversión y de arrepentimiento; Todos tenemos necesidad de la gracia salvadora de Cristo, que El ofrece gratuitamente, a manos llenas, El espera solo que , como el hijo pródigo digamos, "Me levantaré y volveré a la casa de mi padre." Juan Pablo II.

Oremos Hermanos;
Ayúdanos a convertirnos de verdad ¡Ven, Señor Jesús!
Dios Todopoderoso y rico en Misericordia, que ninguna actividad temporal detenga a quienes vamos presurosos al encuentro de Tu Hijo; sino que instruidos en la sabiduría divina, podamos gozar siempre de su compañía. Amén.



Reflexión
Dios nos manifiesta su voluntad a través de los Mandamientos, que son la expresión de todas las obligaciones y la norma práctica para que nuestra conducta esté dirigida a Dios. Cuanto más fielmente los cumplamos, tanto mejor amaremos lo que Él quiere. Dios se nos manifiesta también a través de las indicaciones, consejos y Mandamientos de nuestra Madre la Iglesia, “que nos ayudan a guardar los Mandamientos de la ley de Dios”, y de los consejos recibidos en la dirección espiritual.
Nunca amaremos a Dios, nunca podremos santificarnos, si no cumplimos con fidelidad estas obligaciones: atención y cuidado de la familia, afán por mejorar en el estudio o en el ejercicio de la profesión... En estas obligaciones del propio estado que llenan el día, el cristiano distingue en cada instante lo que Dios quiere personalmente de él. Reconocer y amar la voluntad del Señor en esos deberes nos dará la fuerza necesaria para hacerlos con perfección, y en ellos encontraremos el campo para ejercitar las virtudes humanas y las sobrenaturales.

También se nos manifiesta la voluntad de Dios en aquellos sucesos que Él permite, y que siempre están dirigidos a un mayor bien si permanecemos junto a nuestro Padre Dios con más confianza, con más amor. Hay una providencia oculta detrás de cada acontecimiento: todo está ordenado y dispuesto –también lo que no entendemos, aquello que nuestra voluntad se resiste en un principio a admitir– para que sirva al bien de todos. En esta vida no comprenderemos del todo cada uno de los sucesos que el Señor permite.

Producirá abundantes frutos en nuestra alma acostumbrarnos a realizar actos de identificación con la voluntad de Dios en las circunstancias importantes y en lo pequeño de la vida diaria: “Jesús, lo que Tú “quieras”... yo lo amo”. Y solo deseo amar lo que Tú quieres que ame.

El que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. El cumplimiento de la voluntad de Dios debe ser el único afán del cristiano. Por eso ha de preguntarse con frecuencia ante los acontecimientos diarios: ¿qué quiere Dios de mí en este asunto, en el trato con aquella persona?, ¿qué es más grato al Señor?..., y hacerlo. La oración personal sobre nuestro actuar diario, sobre el comportamiento en la vida familiar, con los amigos, en el trabajo, nos da una gran luz para acertar en el cumplimiento de la voluntad divina. La oración personal nos moverá muchas veces a actuar de una determinada manera, a cambiar o a rectificar nuestra vida o nuestro comportamiento para que se realice más de acuerdo con el querer divino. En otros asuntos, el Señor nos dará luz sobre su voluntad en la dirección espiritual personal.

Cuando veamos que Dios quiere algo de nosotros, debemos hacerlo con prontitud y alegría. Porque muchos se rebelan cuando los proyectos del Señor no coinciden con los suyos; otros aceptan la voluntad de Dios con resignación, como un mero doblegarse a los planes divinos porque no hay otro remedio; otros se conforman simplemente, pero sin amor. El Señor, sin embargo, quiere que amemos con santo abandono el querer divino, confiando plenamente en nuestro Padre Dios, sin dejar de poner, por otra parte, los medios que el caso requiera. ¿Qué quieres que haga? ¡Qué pocas personas se encuentran en esta disposición de obediencia plena, que hayan renunciado a su voluntad hasta el punto de no pertenecerles los deseos de su propio corazón!.

Para tener esos vínculos tan estrechos –más que los de la sangre– de los que Cristo nos habla en el Evangelio, debemos procurar, cada día, entregarnos, abandonarnos sin reservas y aun sin entender todo lo que Dios permite; ser incondicionalmente dóciles a su acción, manifestada en las pruebas internas y externas con las que quiere purificar el alma; aceptar y acoger las innumerables alegrías de la vida familiar, del trabajo, del descanso...; aceptar y acoger las dificultades, obstáculos y penas que la vida lleva también consigo, las tentaciones, la sequedad en la vida de piedad cuando no se debe a la tibieza, al poco amor... “Debemos aceptar esta acción de Dios y estas permisiones de su providencia sin reserva alguna, sin curiosidad, inquietud o desconfianza, porque sabemos que Dios quiere siempre nuestro bien; aceptarlas con agradecimiento, confiando en su proximidad y en la asistencia de su gracia. Nuestra única respuesta a esta acción de Dios en nosotros sea siempre: “Sea como tú, Señor, lo quieres, hágase tu voluntad”“ Y esto ante el dolor y la enfermedad, el fracaso, un desastre que parece irreparable... Y, enseguida, pedir fuerzas a nuestro Padre Dios y poner los medios humanos que razonablemente se deban poner; pedir que aquellas contrariedades pasen, si es su voluntad, y gracias para sacar el mayor fruto sobrenatural y humano de aquello que al principio solo se veía bajo el aspecto de mal irreparable.

Lo que ocurre cada día en el pequeño universo de nuestra profesión y familia, en el círculo de nuestros amigos y conocidos, puede y debe ayudarnos a encontrar a Dios providente. El cumplimiento del querer divino es fuente de serenidad y de agradecimiento. En muchas ocasiones terminaremos dando gracias por aquello que en un principio nos pareció un desastre sin arreglo posible.

Reza Junto a nosotros la oracion que Jesus nos enseñó

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Amén