lunes, 28 de diciembre de 2009

Rezaré cada día una vez el Pater Noster con la mayor devoción, atención y fe que pueda, en reverencia y acatamiento de Nuestro Señor que nos lo enseñó


JMS "Uniré mis acciones con las de Nuestro Señor al menos veinte veces al día, y procuraré tener en ellas miras e intenciones semejantes a las suyas. Tendré, al efecto, un papelito que pincharé cuantas veces lo hubiera hecho; y por cuantas veces hubiera faltado al día, rezaré otros tantos Padre Nuestros antes de acostarme, besando la tierra a cada Padre Nuestro."
Juan Bautista de La Salle se complacía en ejercicios serios, la oración y la lectura de buenos libros. No es de extrañarse que a muy temprana edad se sintió impulsado por el deseo de consagrarse a Dios en el estado eclesiástico. Fue su firmeza y determinación lo que motivó a sus padres a darle consentimiento. El 11 de Marzo de 1662, a 7 semanas antes de cumplir los 11 años, cursaba sus estudios en el College des bons enfants.
La fuerza misteriosa de la gracia de Dios encontró en él un instrumento dócil para renovar la pedagogía y fundar las primeras escuelas profesionales y las más antiguas escuelas normales y fundar una Comunidad religiosa que se ha mantenido en principalísimos puestos en la educación en todo el mundo. Este santo fue un genio de la pedagogía, o arte de educar.
Si San Juan Bautista de la Salle viviera hoy aquí en la tierra abriría los ojos aterrado al ver que la educación se ha secularizado, o sea se ha organizado como si Dios no existiera y sólo se preocupa por hacer de los seres humanos unos animalitos muy buen amaestrados, pero sin fe, sin mirar a la eternidad ni importarle nada la salvación del alma. Porque para él, lo imprescindible, lo que constituía su obsesión, era obtener la salvación del alma de los educandos y hacerlos crecer en la fe. Si no hubiera sido por estos dos fines, él no habría emprendido ninguna obra especial, porque esto era lo que en verdad le interesaba y le llamaba la atención: hacer que los educandos amaran y obedecieran a Dios y consiguieran llegar al reino eterno del cielo.
Su sotana y su manto eran tan pobres y descoloridos, que un pobre no se los hubiera aceptado como limosna.

El hermano que se dedica a la enseñanza cristiana respondiendo al llamado de Dios, debería ser un hombre de Dios. «Lo primero que se debe hacer cuando uno entra en comunidad, para ser en ello elegido de Dios, es aprender con diligencia —sostiene De La Salle— a hacer oración y aplicarse en ella».
«Estimad mucho el santo ejercicio de la oración, porque es fundamento y sostén de todas las virtudes, y manantial de las luces y de las gracias que necesitamos, tanto para santificarnos como para desempeñar bien nuestros empleos».

El método lasaliano de orar es una respuesta particular ante la necesidad de formar en la vida interior a los miembros de su comunidad, dotándoles de una unidad de perspectiva al acercarse a ejercicio tan fundamental, y al mismo tiempo evitar errores sobre el asunto difundidos por el jansenismo y el quietismo.

Entiende que la fe fue el don de Pentecostés, por lo que el hombre que aspira a vivir su fe se debe abrir dócilmente a las mociones del Espíritu Santo. El esfuerzo de la persona por experimentarse desde lo profundo, por vivir la dimensión de «hombre interior», está ordenado a corresponder a los movimientos del Espíritu Santo. En su método de oración, a pesar de estar compuesto por numerosos actos que parecen no dar espacio a la acción del Espíritu, el abandono a la conducción divina está presente como un sustrato fundamental.

La clave de la vida interior es para el gran santo pedagogo el vivir en presencia de Dios. Consecuentemente presta especial atención a la doctrina de la presencia de Dios y al ejercicio de Su presencia. Precisamente en esa perspectiva pone de relieve los ejercicios de presencia de Dios en la primera parte de su método de oración. En todo esto se descubre la experiencia de Juan Bautista como el crisol donde se han fusionado diversas influencias.

Metodo de Oracion DE San Juan Bautista de La Salle

Discurso Evangélico de San Juan Bautista de La Salle.

"Hombres de poca fe -les decía- con vuestra escasa confianza trazáis límites a una bondad que no tiene límite alguno. Si ciertamente es infinita y continua, como creéis sin duda, ella cuidará siempre de vosotros y no os faltará jamás. Buscáis una seguridad; ¿no os basta la del Evangelio? La palabra de Jesucristo es vuestro contrato de fianza: no lo hay más seguro, pues lo ha firmado con su sangre y le ha sellado con su infalible bondad. ¿Por qué desconfiar entonces? Si las promesas irrevocables de un Dios no pueden calmar vuestras inquietudes y vuestras aprehensiones frente al porvenir, buscad los fondos de rentas que puedan comparársele. Considerad los lirios del campo - es el mismo Jesucristo quien os invita a ello- y las hierbas del prado; y admirad con qué opulencia Dios los colma de belleza y ornato, nada les falta, y el mismo Salomón con todo el esplendor de su gloria no estaba tan bien vestido. Abrid los ojos sobre los pajaritos que vuelan en los aíres o sobre los animalitos que se arrastran por los campos: a ninguno le falta lo necesario; Dios provee a sus necesidades. Sin granero ni despensa, encuentran por doquier el alimento que la Providencia les tiene preparado y les suministra. Sin sembrar ni cosechar, encuentran su subsistencia. El Padre celeste se encarga de ello. Si su mano bienhechora y liberal extiende su solicitud hasta sobre los más viles insectos, que el hombre pisotea, hasta el heno que se seca y sirve de alimento al fuego, ¿podéis vosotros creer, gente de poca fe, que Aquél a quien consagráis vuestra juventud y a quien dedicáis vuestros trabajos, os ha de abandonar en vuestra vejez y permitir que arrastréis en la miseria una vida empleada en su servicio ? Reavivad pues vuestra confianza en una bondad infinita y rendidle honor abandonándole el cuidado de vuestras personas. Sin temor por el presente, sin inquietud por el porvenir, no os preocupéis más que del momento en que vivís y no carguéis el días que pasa con las preocupaciones del día que sigue. Lo que os falte por la noche os lo procurará el día siguiente, si sabéis esperar en Dios. Dios obrará milagros antes que dejaros en la necesidad. Después de la palabra de Jesucristo os doy como prueba la experiencia de todos los santos. Los milagros de la Providencia son cotidianos y no cesan mas que para quienes carecen de confianza".


La plegaria del Sr. de La Salle:

"Díos mio, yo no sé si hay que fundar o si no hay que fundar: no me toca a mí establecer comunidades ni el saber cómo hay que establecerlas. Eso os toca a Vos, así como el hacerlo en la forma que os plazca. Yo no me atrevo a fundar, pues no sé cuál es vuestra voluntad. No contribuiré, pues, en nada a la fundación de nuestras casas: si las fundáis Vos, estarán bien fundadas; si Vos no las fundáis, no serán fundadas. Dadme a conocer, Señor, vuestra santa voluntad".

Y he aquí las palabras sumisas y humildes que añadió:

"Yo no me desprenderé de mis bienes si Vos no lo queréis; no me desprenderé de ellos sino en la medida en que Vos lo queráis; sí me decís que conserve algo, aunque no fuera más que cinco centavos, los conservaré".

Las reglas que me he impuesto

1.-No saldré de casa sin necesidad y sin haber empleado un cuarto de hora en examinar delante de Dios si la necesidad es real o imaginaria. Si el negocio es apremiante, tomaré, cuando menos, el tiempo de un Miserere a ese efecto y para ponerme en la mente algún buen pensamiento.

2.-Dedicaré cada día un cuarto de hora para renovar la consagración de mí mismo a la Santísima Trinidad.

3.-Buena regla de conducta es no hacer distinción entre los negocios propios del estado y el negocio de la salvación y perfección, en la seguridad de que jamás operará uno mejor su salvación ni adquirirá más perfección como cumpliendo con los deberes de su cargo, con tal de que se haga con la idea de cumplir la voluntad de Dios.

4.-Cuando salga de visita, cuidaré de no hablar sino lo necesario, y de no hablar de negocios del mundo, ni de cosas inútiles; y de emplear en ella media hora a lo más.

5.-Uniré mis acciones con las de Nuestro Señor al menos veinte veces al día, y procuraré tener en ellas miras e intenciones semejantes a las suyas. Tendré, al efecto, un papelito que pincharé cuantas veces lo hubiera hecho; y por cuantas veces hubiera faltado al día, rezaré otros tantos Padre Nuestros antes de acostarme, besando la tierra a cada Padre Nuestro.

6.-Cuando vinieren mis Hermanos a pedirme algún consejo, rogaré al Señor que se lo dé Él mismo. Si es de alguna importancia, tomaré un poco de tiempo para rogarle sobre el particular, y, cunado menos, cuidaré de mantenerme todo ese tiempo recogido en Dios, y de levantar mi corazón a Él breves momentos.

7.-Cuando me descubran sus faltas me consideraré culpable de ellas ante Dios por mi pobre conducta, y por no haberlas prevenido, bien sea con los consejos que hubiera debido darles, bien sea vigilando sobre ellos; y si les impongo alguna penitencia, me impondré yo otra mayor; y si la falta es considerable, además de la penitencia, tomaré un tiempo particular como media hora, y hasta una hora, varios días seguidos, sobre todo por la noche, para pedir a Dios perdón de ella. Si me considero como haciendo las veces de Dios para con ellos, será en la inteligencia de que tengo obligación de cargar con sus pecados, así como Nuestro Señor cargó con los nuestros, y que es una carga que Dios me impone con respecto a ellos.

8.-Miraré siempre la obra de mi salvación y del establecimiento y gobierno de nuestra Sociedad como la obra de Dios; por cuyo motivo le dejaré el cuidado de todo ello, para no hacer nada sino por orden suya. Por tanto, le consultaré mucho, sobre todo cuando tenga que hacer, ya para lo uno, ya para lo otro; y le diré a menudo estas palabras del profeta Habacuc: Domine, opus tuum; Señor, cumplir vuestra obra.

9.-He de considerarme a menudo como instrumento que para nada sirve sino cuando está en manos del artífice; así, pues, debo esperar las órdenes de la Providencia de Dios para obrar, y sin embargo, no dejarlas pasar cuando son manifiestas.

10.-Sea cual fuere mi situación o estado, seguiré siempre un orden y un reglamento diario, con la gracia de Nuestro Señor, en la cual únicamente confío, pues en eso nunca he podido fijarme; y la primera cosa que haré cuando cambie de estado, será formar un nuevo plan; y a ese efecto tendré siempre un día de retiro.

11.-Antes de ir de viaje tendré un día de retiro para disponerme, y procuraré ponerme en estado de hacer, por lo menos mientras estoy de camino, tres horas diarias de oración.

12.-Si una persona, ya sea un superior y otra cualquiera, me molestare, o como comúnmente se dice, me ofendiere en algo cuidaré bien de no decirlo, y cuando se me hable de ello, los disculparé y daré a entender que tuvieron razón.

13.-Es preciso que examine bien el tiempo que perdí, y evite el perderlo en adelante: sólo una gran vigilancia puede remediarlo, y aun parece que únicamente un retiro prolongado puede proporcionarme esa vigilancia.

14.-Buena regla de conducta es no cuidar tanto de saber lo que se tiene que hacer, cuanto de hacer perfectamente lo que uno sabe.

15.-Por la mañana dedicaré un cuarto de hora para prever los negocios que tendré, a fin de conducirme bien en ellos; las ocasiones de caer que podré tener, para preservarme de ello, y tomaré medidas para mi conducta durante el día.

16.-Es preciso que en adelante no me acueste sin haber rezado el santo Rosario.

17.-Tampoco he de pasar día alguno, excepto cuando esté de viaje, sin visitar al Santísimo Sacramento y aún estando de viaje, si me ocurre pasar cerca de la Iglesia de algún pueblo, me arrodillaré para adorar al Santísimo, y lo haré cuantas veces eso me sucediere.

18.-Procuraré levantar mi corazón a Dios siempre que empiece alguna acción; y cualquier cosa que emprenda, procuraré no hacerla sino después de alguna oración.

19.-La Regla de la Sociedad dice que no debe entrarse ni en la casa ni en habitación alguna sin rogar a Dios y renovar la atención a Él; procuraré no olvidarlo.

20.-Rezaré cada día una vez el Pater Noster con la mayor devoción, atención y fe que pueda, en reverencia y acatamiento de Nuestro Señor que nos lo enseñó y nos mandó rezarlo.
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Te invito a ver esta pelicula cortesía de un ex alumno del colegio La Salle