martes, 29 de diciembre de 2009

Oigan, pueblos, la palabra del Señor y anúncienla en todos los rincones de la tierra. "He aquí que vendrá nuestro salvador, ya no tengan miedo".



JMS Confía en el Señor, practica el bien y vivirás tranquilo en esta tierra; que agradar al Señor sea tu deleite, y él te dará cuanto deseas.Pon tu vida en las manos del Señor, en él confía, y él hará que tu justicia y tu derecho brillen igual que el sol de mediodía.Rectas y sabias son las palabras del justo; pues lleva en su interior la ley de Dios, sus pasos son seguros.


En aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre y él, volviéndose a sus discípulos, les dijo: "Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla?
No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: "Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar. ¿0 qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz.
Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser' mi discípulo".



La Navidad es una llamada a la pureza interior. Muchos hombres quizá no vean nada cuando llegue esta fiesta, porque están ciegos para lo esencial: tienen el corazón lleno de cosas materiales o de suciedad y de miseria. La impureza de corazón es la que provoca la insensibilidad para las cosas de Dios, y también para muchas cosas humanas rectas, entre ellas la compasión por las desgracias de los hombres.

De un corazón puro nace la alegría, una mirada penetrante para lo divino, la confianza en Dios, el arrepentimiento sincero, el conocimiento de nosotros mismos y de nuestros pecados, la verdadera humildad, y un gran amor a Dios y a los demás.

En cierta ocasión, unos escribas y fariseos preguntaron a Jesús: ¿Por qué motivo tus discípulos incumplen la tradición de los antiguos no lavándose las manos cuando comen? El Señor aprovecha para hacerles ver que ellos descuidan preceptos importantísimos. Y les dice: ¡Hipócritas! Con razón profetizó de vosotros Isaías diciendo: Este pueblo me honra con los labios; pero su corazón está lejos de mí.

Jesús convocó entonces al pueblo, porque va a declarar algo importante. No se trata de una interpretación más de un punto de la Ley, sino de algo fundamental. El Señor señala lo que verdaderamente hace a una persona pura o impura ante Dios.

Y llamando al pueblo les dijo: —Escuchadme y atended. Lo que entra por la boca no es lo que mancha al hombre, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre. Y un poco más tarde explicará aparte a sus discípulos: Lo que sale de la boca, sale del corazón, y eso es lo que mancha al hombre; porque del corazón es de donde salen los malos pensamientos, los homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias; estas cosas sí que manchan al hombre, pero comer sin lavarse las manos, eso no le mancha. Lo que sale de la boca, del corazón sale. El hombre entero queda manchado por lo que ocurre en su corazón: malos deseos, despropósitos, envidias, rencores... Los mismos pecados externos que nombra el Señor, antes que en la misma acción externa, se han cometido ya en el interior del hombre. Ahí es donde se ama o se ofende a Dios.

A veces, sin embargo, la acción externa aumenta la bondad o la malicia del acto interno, por una mayor intensidad en la voluntariedad, por la ejemplaridad o escándalo que se siguen de dicha acción, por los bienes o daños causados al prójimo, etcétera. Pero es el interior del hombre lo que hay que conservar sano y limpio, y todo lo demás será puro y agradable a Dios.

El Señor llama bienaventurados y felices a quienes guardan su corazón. Y esta es tarea de cada día.

"La Palabra de Dios es digna en todos vuestros esfuerzos. Abrazarla en toda su pureza e integridad, y difundirla con el ejemplo y la predicación, es una gran misión. Esta es vuestra misión hoy, mañana y el resto de vuestras vidas".

"Los verdaderos discípulos de Cristo tienen conciencia de su propia debilidad. Por esto ponen toda su confianza en la gracia de Dios que acogen con corazón indiviso, convencidos de que sin Él no pueden hacer nada (cfr Jn 15,5). Lo que les caracteriza y distingue del resto de los hombres no son los talentos o las disposiciones naturales. Es su firme determinación de caminar tras las huellas de Jesús".

"Dios no es un ser indiferente o lejano, por lo que no estamos abandonados a nosotros mismos".

"En las inevitables pruebas y dificultades de la existencia, como en los momentos de alegría y entusiasmo, confiarse al Señor infunde paz en el ánimo, induce a reconocer el primado de la iniciativa divina y abre el espíritu a la humildad y a la verdad".

"En el corazón de Cristo encuentra paz quien está angustiado por las penas de la existencia; encuentra alivio quien se ve afligido por el sufrimiento y la enfermedad; siente alegría quien se ve oprimido por la incertidumbre y la angustia, porque el corazón de Cristo es abismo de consuelo y de amor para quien recurre a El con confianza". Juan Pablo II

Acto de confianza

Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la misericordia misma; en ti toda mi esperanza.

Oracion de Santo Tomas Moro

Dame, Señor, un poco de sol,
algo de trabajo y un poco de alegría.

Dame el pan de cada día, un poco de mantequilla, una buena digestión y algo para digerir.

Dame una manera de ser que ignore el aburrimiento, los lamentos y los suspiros.

No permitas que me preocupe demasiado
por esta cosa embarazosa que soy yo.

Dame, Señor, la dosis de humor suficiente
como para encontrar la felicidad en esta vida
y ser provechoso para los demás.

Que siempre haya en mis labios una canción,
una poesía o una historia para distraerme.

Enséñame a comprender los sufrimientos
y a no ver en ellos una maldición.

Concédeme tener buen sentido,
pues tengo mucha necesidad de él.

Señor, concédeme la gracia,
en este momento supremo de miedo y angustia,
de recurrir al gran miedo
y a la asombrosa angustia
que tú experimentaste en el Monte de los Olivos
antes de tu pasión.

Haz que a fuerza de meditar tu agonía,
reciba el consuelo espiritual necesario
para provecho de mi alma.

Concédeme, Señor, un espíritu abandonado, sosegado, apacible, caritativo, benévolo, dulce y compasivo.

Que en todas mis acciones, palabras y pensamientos experimente el gusto de tu Espíritu santo y bendito.

Dame, Señor, una fe plena,
una esperanza firme y una ardiente caridad.

Que yo no ame a nadie contra tu voluntad,
sino a todas las cosas en función de tu querer.Rodéame de tu amor y de tu favor.

Te invito a disfrutar de este homenaje a Juan Pablo II

No tengas miedo


lunes, 28 de diciembre de 2009

Dejad que Cristo sea para vosotros el camino, la verdad y la vida. Dejad que sea vuestra salvación y vuestra felicidad.


JMS"Dejad que Cristo sea para vosotros el camino, la verdad y la vida. Dejad que sea vuestra salvación y vuestra felicidad. Dejad que ocupe toda vuestra vida para alcanzar con Él todas sus dimensiones, para que todas vuestras relaciones, actividades, sentimientos, pensamientos, sean integrados en Él o, por decirlo así, sean “cristificados”. Yo os deseo –decía el Papa– que con Cristo reconozcáis a Dios como principio y fin de vuestra existencia”
Sabiduría del Altísimo, que dispones todas las cosas con fortaleza y con suavidad, ven a enseñarnos el camino de la vida.

Ven, Señor, rey de justicia y de paz.

Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente.

Ven, Señor, rey de justicia y de paz.

Justicia y paz ofrecerán al pueblo las colinas y los montes. El rey hará justicia al oprimido y salvará a los hijos de los pobres.

Ven, Señor, rey de justicia y de paz.

Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra.

Ven, Señor, rey de justicia y de paz.

Que bendigan al Señor eternamente y tanto como el sol, viva su nombre. Que sea la bendición del mundo entero y lo aclamen dichoso las naciones.

Ven, Señor, rey de justicia y de paz.

“El que halla a Jesús halla un buen tesoro... Y el que pierde a Jesús pierde muy mucho y más que todo el mundo. Paupérrimo el que vive sin Jesús y riquísimo el que está con Jesús”. Ya no hay nada más alto que buscar. Y viene como tesoro escondido, como perla preciosa, que es necesario apreciar en lo que vale.

Oculto a los ojos de los hombres, que le esperan, nacerá en una cueva, y unos pastores de alma sencilla serán sus primeros adoradores. La sencillez de aquellos hombres les permitirá ver al Niño que les han anunciado, y rendirse ante Él, y adorarle. También le encuentran los Reyes Magos, y el anciano Simeón, que esperaba la consolación de Israel, y la profetisa Ana. Y el propio Juan, que le señala: Este es el cordero de Dios..., y un buen número de sus discípulos, y tantos a lo largo de los siglos que han hecho de Él el eje y centro de su ser y de su obra. Muchos han dado su vida por Él. También nosotros le hemos encontrado, y es lo más extraordinario de nuestra pobre existencia. Sin el Señor nada valdría nuestra vida. Se nos da a conocer con señales claras. No necesitamos más pruebas para verle.

Dios da siempre suficientes señales para descubrirle. Pero hacen falta buenas disposiciones interiores para ver al Señor que pasa a nuestro lado. Sin humildad y pureza de corazón es imposible reconocerle, aunque esté muy cerca.

Le pedimos ahora a Jesús, en nuestra oración personal, buenas disposiciones interiores y visión sobrenatural para encontrarle en lo que nos rodea: en la naturaleza misma, en el dolor, en el trabajo, en un aparente fracaso... Nuestra propia historia personal está llena de señales para que no equivoquemos el camino. También nosotros podremos decir a nuestros hermanos, a nuestros amigos: ¡Hemos encontrado al Mesías!, con la misma seguridad y convencimiento con que se lo dijo Andrés a su hermano Simón.

Tener visión sobrenatural es ver las cosas como Dios las ve, aprender a interpretar y juzgar los acontecimientos desde el ángulo de la fe. Solo así entenderemos nuestra vida y el mundo en el que estamos.

A veces se oye decir: “Si Dios obrara un milagro, entonces creería, entonces me tomaría a Dios en serio”. O bien: “Si el Señor me diera pruebas más contundentes de mi vocación, me entregaría a Él sin reservas”.

El Señor nos da la suficiente luz para seguir el camino. Luz en el alma, y luz a través de las personas que ha puesto a nuestro lado. Pero la voluntad, si no es humilde, tiende a pedir nuevas señales, que ella misma querría también juzgar si son suficientes. En ocasiones, tras ese deseo aparentemente sincero de nuevas pruebas para tomar una decisión ante una entrega más plena, se podría esconder una forma de pereza o de falta de correspondencia a la gracia.


El Señor ha de encontrarnos con esa disposición humilde y llena de autenticidad, que excluye los prejuicios y permite saber escuchar, porque el lenguaje de Dios, aunque acomodado a nuestro modo de ser, puede hacerse en ocasiones difícil de aceptar, porque contraríe nuestros proyectos o nuestros caprichos, o porque sus palabras no sean precisamente las que nosotros esperábamos o desearíamos escuchar... A veces, el ambiente materialista que nos rodea puede también presentarnos falsas razones contrarias al lenguaje con que Dios se manifiesta. Escuchamos entonces como dos idiomas distintos: el de Dios y el del mundo, este último con razones aparentemente “más humanas”. Por eso la Iglesia nos invita a rezar: "Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina, para que podamos participar plenamente del esplendor de su gloria.

No hay otro a quien esperar. Jesucristo está entre nosotros y nos llama




“El cansancio –decía Juan Pablo II en la Misa de Nochebuena– llena los corazones de los hombres, que se han adormecido, lo mismo que se habían adormecido no lejos los pastores, en los valles de Belén. Lo que ocurre en el establo, en la gruta de la roca tiene una dimensión de profunda intimidad: es algo que ocurre entre la Madre y el Niño que va a nacer. Nadie de fuera tiene entrada. Incluso José, el carpintero de Nazaret, permanece como un testigo silencioso. Ella sola es plenamente consciente de su maternidad. Y solo Ella capta la expresión propia del vagido del Niño. El nacimiento de Cristo es ante todo su misterio, su gran día. Es la fiesta de la Madre”.

Y solo Ella ha penetrado realmente en el misterio de la Navidad, de la Redención.

Entre María y Jesús existe una relación absolutamente única y particular de la que nadie ha participado, ni el mismo José, que es solo “un testigo silencioso”, en palabras del Papa. José contempla admirado, callado y respetuoso al Niño y a la Madre. Fue el primero, después de María, en contemplar al Hijo de Dios hecho hombre. Nadie ha experimentado jamás la felicidad de tener en sus brazos al Mesías, que en nada se distingue de cualquier otro niño.

Con todo, el misterio que contempla José también le impone unos límites, que él no rebasó en ningún momento; con María es distinto, porque “el misterio concernía, sobre todo, a la Madre y al Hijo; José participó de él después, cuando ya existía la profunda y misteriosa relación entre Jesús y la Virgen. José participó del misterio por el conocimiento que le fue dado mediante la revelación del ángel en orden a la misión que debía cumplir cerca de aquellos dos seres excepcionales”.

San José presenció luego la llegada de los pastores, quizá les invitó a que entraran sin timideces y a que besaran al Niño.

“Les vio asomarse a la gruta entre tímidos y curiosos, contemplar al Niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre (Lc 2,12); les oyó explicar a la Virgen la aparición del ángel, que les comunicó el nacimiento del Salvador en Belén y la señal por la que le conocerían, y cómo una multitud de ángeles se habían reunido con el primero y habían glorificado a Dios y prometido en la tierra paz a los hombres de buena voluntad . Él también contempló la felicidad de Aquella que era su esposa, de la maravillosa mujer que le había sido confiada. Él vio y se gozó de ello, cómo Ella contempla a su Hijo; vio su dicha, su amor desbordante, cada uno de sus gestos, tan llenos de delicadeza y significación”.

Si tratamos a José, él nos ayudará a contemplar ese misterio inefable del que fue testigo silencioso: a María, que tiene en sus brazos al Hijo de Dios hecho hombre.

San José comprendió muy pronto que toda la razón de ser de su vida era aquel Niño, precisamente en cuanto niño, en cuanto era un ser necesitado de ayuda y de protección, y también María, de la que el mismo Dios le había encargado que la recibiera en su casa y le diera protección. ¡Cómo agradecería Jesús todos los desvelos y atenciones que José tuvo con María! Se entiende bien que, después de la Virgen Santísima, sea la criatura más llena de gracia. Por eso, la Iglesia le ha tributado siempre grandes alabanzas, y ha recurrido a él en las circunstancias más difíciles. Sancte Ioseph, ora pro eis, ora pro me!, San José ruega por ellos (por esas personas que más queremos), ruega por mí (porque también yo necesito tu ayuda). En cualquier necesidad, el Santo Patriarca, junto con la Santísima Virgen, atenderá nuestras súplicas.

Hoy le pedimos que nos haga sencillos de corazón para saber tratar a Jesús Niño.

Rezaré cada día una vez el Pater Noster con la mayor devoción, atención y fe que pueda, en reverencia y acatamiento de Nuestro Señor que nos lo enseñó


JMS "Uniré mis acciones con las de Nuestro Señor al menos veinte veces al día, y procuraré tener en ellas miras e intenciones semejantes a las suyas. Tendré, al efecto, un papelito que pincharé cuantas veces lo hubiera hecho; y por cuantas veces hubiera faltado al día, rezaré otros tantos Padre Nuestros antes de acostarme, besando la tierra a cada Padre Nuestro."
Juan Bautista de La Salle se complacía en ejercicios serios, la oración y la lectura de buenos libros. No es de extrañarse que a muy temprana edad se sintió impulsado por el deseo de consagrarse a Dios en el estado eclesiástico. Fue su firmeza y determinación lo que motivó a sus padres a darle consentimiento. El 11 de Marzo de 1662, a 7 semanas antes de cumplir los 11 años, cursaba sus estudios en el College des bons enfants.
La fuerza misteriosa de la gracia de Dios encontró en él un instrumento dócil para renovar la pedagogía y fundar las primeras escuelas profesionales y las más antiguas escuelas normales y fundar una Comunidad religiosa que se ha mantenido en principalísimos puestos en la educación en todo el mundo. Este santo fue un genio de la pedagogía, o arte de educar.
Si San Juan Bautista de la Salle viviera hoy aquí en la tierra abriría los ojos aterrado al ver que la educación se ha secularizado, o sea se ha organizado como si Dios no existiera y sólo se preocupa por hacer de los seres humanos unos animalitos muy buen amaestrados, pero sin fe, sin mirar a la eternidad ni importarle nada la salvación del alma. Porque para él, lo imprescindible, lo que constituía su obsesión, era obtener la salvación del alma de los educandos y hacerlos crecer en la fe. Si no hubiera sido por estos dos fines, él no habría emprendido ninguna obra especial, porque esto era lo que en verdad le interesaba y le llamaba la atención: hacer que los educandos amaran y obedecieran a Dios y consiguieran llegar al reino eterno del cielo.
Su sotana y su manto eran tan pobres y descoloridos, que un pobre no se los hubiera aceptado como limosna.

El hermano que se dedica a la enseñanza cristiana respondiendo al llamado de Dios, debería ser un hombre de Dios. «Lo primero que se debe hacer cuando uno entra en comunidad, para ser en ello elegido de Dios, es aprender con diligencia —sostiene De La Salle— a hacer oración y aplicarse en ella».
«Estimad mucho el santo ejercicio de la oración, porque es fundamento y sostén de todas las virtudes, y manantial de las luces y de las gracias que necesitamos, tanto para santificarnos como para desempeñar bien nuestros empleos».

El método lasaliano de orar es una respuesta particular ante la necesidad de formar en la vida interior a los miembros de su comunidad, dotándoles de una unidad de perspectiva al acercarse a ejercicio tan fundamental, y al mismo tiempo evitar errores sobre el asunto difundidos por el jansenismo y el quietismo.

Entiende que la fe fue el don de Pentecostés, por lo que el hombre que aspira a vivir su fe se debe abrir dócilmente a las mociones del Espíritu Santo. El esfuerzo de la persona por experimentarse desde lo profundo, por vivir la dimensión de «hombre interior», está ordenado a corresponder a los movimientos del Espíritu Santo. En su método de oración, a pesar de estar compuesto por numerosos actos que parecen no dar espacio a la acción del Espíritu, el abandono a la conducción divina está presente como un sustrato fundamental.

La clave de la vida interior es para el gran santo pedagogo el vivir en presencia de Dios. Consecuentemente presta especial atención a la doctrina de la presencia de Dios y al ejercicio de Su presencia. Precisamente en esa perspectiva pone de relieve los ejercicios de presencia de Dios en la primera parte de su método de oración. En todo esto se descubre la experiencia de Juan Bautista como el crisol donde se han fusionado diversas influencias.

Metodo de Oracion DE San Juan Bautista de La Salle

Discurso Evangélico de San Juan Bautista de La Salle.

"Hombres de poca fe -les decía- con vuestra escasa confianza trazáis límites a una bondad que no tiene límite alguno. Si ciertamente es infinita y continua, como creéis sin duda, ella cuidará siempre de vosotros y no os faltará jamás. Buscáis una seguridad; ¿no os basta la del Evangelio? La palabra de Jesucristo es vuestro contrato de fianza: no lo hay más seguro, pues lo ha firmado con su sangre y le ha sellado con su infalible bondad. ¿Por qué desconfiar entonces? Si las promesas irrevocables de un Dios no pueden calmar vuestras inquietudes y vuestras aprehensiones frente al porvenir, buscad los fondos de rentas que puedan comparársele. Considerad los lirios del campo - es el mismo Jesucristo quien os invita a ello- y las hierbas del prado; y admirad con qué opulencia Dios los colma de belleza y ornato, nada les falta, y el mismo Salomón con todo el esplendor de su gloria no estaba tan bien vestido. Abrid los ojos sobre los pajaritos que vuelan en los aíres o sobre los animalitos que se arrastran por los campos: a ninguno le falta lo necesario; Dios provee a sus necesidades. Sin granero ni despensa, encuentran por doquier el alimento que la Providencia les tiene preparado y les suministra. Sin sembrar ni cosechar, encuentran su subsistencia. El Padre celeste se encarga de ello. Si su mano bienhechora y liberal extiende su solicitud hasta sobre los más viles insectos, que el hombre pisotea, hasta el heno que se seca y sirve de alimento al fuego, ¿podéis vosotros creer, gente de poca fe, que Aquél a quien consagráis vuestra juventud y a quien dedicáis vuestros trabajos, os ha de abandonar en vuestra vejez y permitir que arrastréis en la miseria una vida empleada en su servicio ? Reavivad pues vuestra confianza en una bondad infinita y rendidle honor abandonándole el cuidado de vuestras personas. Sin temor por el presente, sin inquietud por el porvenir, no os preocupéis más que del momento en que vivís y no carguéis el días que pasa con las preocupaciones del día que sigue. Lo que os falte por la noche os lo procurará el día siguiente, si sabéis esperar en Dios. Dios obrará milagros antes que dejaros en la necesidad. Después de la palabra de Jesucristo os doy como prueba la experiencia de todos los santos. Los milagros de la Providencia son cotidianos y no cesan mas que para quienes carecen de confianza".


La plegaria del Sr. de La Salle:

"Díos mio, yo no sé si hay que fundar o si no hay que fundar: no me toca a mí establecer comunidades ni el saber cómo hay que establecerlas. Eso os toca a Vos, así como el hacerlo en la forma que os plazca. Yo no me atrevo a fundar, pues no sé cuál es vuestra voluntad. No contribuiré, pues, en nada a la fundación de nuestras casas: si las fundáis Vos, estarán bien fundadas; si Vos no las fundáis, no serán fundadas. Dadme a conocer, Señor, vuestra santa voluntad".

Y he aquí las palabras sumisas y humildes que añadió:

"Yo no me desprenderé de mis bienes si Vos no lo queréis; no me desprenderé de ellos sino en la medida en que Vos lo queráis; sí me decís que conserve algo, aunque no fuera más que cinco centavos, los conservaré".

Las reglas que me he impuesto

1.-No saldré de casa sin necesidad y sin haber empleado un cuarto de hora en examinar delante de Dios si la necesidad es real o imaginaria. Si el negocio es apremiante, tomaré, cuando menos, el tiempo de un Miserere a ese efecto y para ponerme en la mente algún buen pensamiento.

2.-Dedicaré cada día un cuarto de hora para renovar la consagración de mí mismo a la Santísima Trinidad.

3.-Buena regla de conducta es no hacer distinción entre los negocios propios del estado y el negocio de la salvación y perfección, en la seguridad de que jamás operará uno mejor su salvación ni adquirirá más perfección como cumpliendo con los deberes de su cargo, con tal de que se haga con la idea de cumplir la voluntad de Dios.

4.-Cuando salga de visita, cuidaré de no hablar sino lo necesario, y de no hablar de negocios del mundo, ni de cosas inútiles; y de emplear en ella media hora a lo más.

5.-Uniré mis acciones con las de Nuestro Señor al menos veinte veces al día, y procuraré tener en ellas miras e intenciones semejantes a las suyas. Tendré, al efecto, un papelito que pincharé cuantas veces lo hubiera hecho; y por cuantas veces hubiera faltado al día, rezaré otros tantos Padre Nuestros antes de acostarme, besando la tierra a cada Padre Nuestro.

6.-Cuando vinieren mis Hermanos a pedirme algún consejo, rogaré al Señor que se lo dé Él mismo. Si es de alguna importancia, tomaré un poco de tiempo para rogarle sobre el particular, y, cunado menos, cuidaré de mantenerme todo ese tiempo recogido en Dios, y de levantar mi corazón a Él breves momentos.

7.-Cuando me descubran sus faltas me consideraré culpable de ellas ante Dios por mi pobre conducta, y por no haberlas prevenido, bien sea con los consejos que hubiera debido darles, bien sea vigilando sobre ellos; y si les impongo alguna penitencia, me impondré yo otra mayor; y si la falta es considerable, además de la penitencia, tomaré un tiempo particular como media hora, y hasta una hora, varios días seguidos, sobre todo por la noche, para pedir a Dios perdón de ella. Si me considero como haciendo las veces de Dios para con ellos, será en la inteligencia de que tengo obligación de cargar con sus pecados, así como Nuestro Señor cargó con los nuestros, y que es una carga que Dios me impone con respecto a ellos.

8.-Miraré siempre la obra de mi salvación y del establecimiento y gobierno de nuestra Sociedad como la obra de Dios; por cuyo motivo le dejaré el cuidado de todo ello, para no hacer nada sino por orden suya. Por tanto, le consultaré mucho, sobre todo cuando tenga que hacer, ya para lo uno, ya para lo otro; y le diré a menudo estas palabras del profeta Habacuc: Domine, opus tuum; Señor, cumplir vuestra obra.

9.-He de considerarme a menudo como instrumento que para nada sirve sino cuando está en manos del artífice; así, pues, debo esperar las órdenes de la Providencia de Dios para obrar, y sin embargo, no dejarlas pasar cuando son manifiestas.

10.-Sea cual fuere mi situación o estado, seguiré siempre un orden y un reglamento diario, con la gracia de Nuestro Señor, en la cual únicamente confío, pues en eso nunca he podido fijarme; y la primera cosa que haré cuando cambie de estado, será formar un nuevo plan; y a ese efecto tendré siempre un día de retiro.

11.-Antes de ir de viaje tendré un día de retiro para disponerme, y procuraré ponerme en estado de hacer, por lo menos mientras estoy de camino, tres horas diarias de oración.

12.-Si una persona, ya sea un superior y otra cualquiera, me molestare, o como comúnmente se dice, me ofendiere en algo cuidaré bien de no decirlo, y cuando se me hable de ello, los disculparé y daré a entender que tuvieron razón.

13.-Es preciso que examine bien el tiempo que perdí, y evite el perderlo en adelante: sólo una gran vigilancia puede remediarlo, y aun parece que únicamente un retiro prolongado puede proporcionarme esa vigilancia.

14.-Buena regla de conducta es no cuidar tanto de saber lo que se tiene que hacer, cuanto de hacer perfectamente lo que uno sabe.

15.-Por la mañana dedicaré un cuarto de hora para prever los negocios que tendré, a fin de conducirme bien en ellos; las ocasiones de caer que podré tener, para preservarme de ello, y tomaré medidas para mi conducta durante el día.

16.-Es preciso que en adelante no me acueste sin haber rezado el santo Rosario.

17.-Tampoco he de pasar día alguno, excepto cuando esté de viaje, sin visitar al Santísimo Sacramento y aún estando de viaje, si me ocurre pasar cerca de la Iglesia de algún pueblo, me arrodillaré para adorar al Santísimo, y lo haré cuantas veces eso me sucediere.

18.-Procuraré levantar mi corazón a Dios siempre que empiece alguna acción; y cualquier cosa que emprenda, procuraré no hacerla sino después de alguna oración.

19.-La Regla de la Sociedad dice que no debe entrarse ni en la casa ni en habitación alguna sin rogar a Dios y renovar la atención a Él; procuraré no olvidarlo.

20.-Rezaré cada día una vez el Pater Noster con la mayor devoción, atención y fe que pueda, en reverencia y acatamiento de Nuestro Señor que nos lo enseñó y nos mandó rezarlo.
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Te invito a ver esta pelicula cortesía de un ex alumno del colegio La Salle






Dichosos los que viven en tu casa y te alaban siempre; dichoso el que encuentra en ti su fuerza y peregrina hacia ti con sinceridad de corazón.



JMS Dichosos los que viven en tu casa, Señor.Me consumo anhelando los atrios del Señor, todo mi ser se estremece de alegría ansiando al Dios vivo.

Dichosos los que viven en tu casa y te alaban siempre; dichoso el que encuentra en ti su fuerza y peregrina hacia ti con sinceridad de corazón.
Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Señor, Dios todopoderoso, escucha mi súplica, atiéndeme, Dios de Jacob. Oh Dios, escudo nuestro, mira: fíjate en el rostro de tu ungido.
Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Meditacion sobre la Voluntad de Dios Padre

El Espíritu Santo rige y gobierna al hijo adoptivo de Dios tanto en las cosas ordinarias de la vida cotidiana como en los negocios de gran importancia. San Antonio Abad entró en una iglesia y, al oír que el predicador repetía las palabras del Evangelio: “Si quieres ser perfecto, ve y vende cuanto tienes”, etc. (Mt. 19,21), marchó en el acto a su casa, vendió todo cuanto tenía y se retiró al desierto.

El Espíritu Santo no siempre nos inspira directamente por sí mismo. A veces se vale del ángel de la guarda, de un predicador, de un buen libro, de un amigo; pero siempre es Él, en última instancia, el principal autor de aquella inspiración.

“La primera gracia de iluminación que en nosotros produce eficazmente un buen pensamiento es suficiente con relación al generoso consentimiento voluntario, en el sentido de que nos da, no este acto, sino la posibilidad de realizarlo. Sólo que, si resistimos a este buen pensamiento, nos privamos de la gracia actual, que nos hubiera inclinado eficazmente al consentimiento a ella. La resistencia produce sobre la gracia el mismo efecto que el granizo sobre un árbol en flor que prometía abundosos frutos; las flores quedan agostadas y el fruto no llegará a sazón. La gracia eficaz se nos brinda en la gracia suficiente, como el fruto en la flor; claro que es preciso que la flor no se destruya para recoger el fruto. Si no oponemos resistencia a la gracia suficiente, se nos brinda la gracia actual eficaz, y con su ayuda vamos progresando, con paso seguro, por el camino de la salvación. La gracia suficiente hace que no tengamos excusa delante de Dios y la eficaz impide que nos gloriemos en nosotros mismos; con su auxilio vamos adelante humildemente y con generosidad”.

La fidelidad a la gracia es, pues, no solamente de gran importancia, sino absolutamente necesaria e indispensable para progresar en los caminos de la unión con Dios. El alma y su director no deberán tener otra obsesión que la de llegar a una continua, amorosa y exquisita fidelidad a la gracia.


La perfecta conformidad con la voluntad divina es uno de los principales medios de santificación. Escribe Santa Teresa: “Toda la pretensión de quien comienza oración (y no se olvide esto, que importa mucho) ha de ser trabajar y determinarse y disponerse, con cuantas diligencias pueda, a hacer su voluntad conforme con la de Dios..., y en esto consiste toda la mayor perfección que se puede alcanzar en el camino espiritual. Quien más perfectamente tuviera esto, más recibirá del Señor y más adelante está en este camino. No penséis que hay aquí más algarabías ni cosas no sabidas y entendidas; que en esto consiste todo nuestro bien”.

lA vOLUNTAD DE Dios

Consiste la conformidad con la voluntad de Dios en una amorosa, entera y entrañable sumisión y concordia de nuestra voluntad con la de Dios en todo cuanto disponga o permita de nosotros. Cuando es perfecta, se la conoce más bien con el nombre de santo abandono en la voluntad de Dios. En sus manifestaciones imperfectas se la suele aplicar el nombre de simple resignación cristiana.

Hay que conformarse, ante todo, con la voluntad de Dios significada, aceptando con rendida sumisión y esforzándose en practicar con entrañas de amor todo lo que Dios ha manifestado que quiere de nosotros a través de los preceptos de Dios y de la Iglesia, de los consejos evangélicos, de los votos y de las reglas, si somos religiosos; de las inspiraciones de la gracia en cada momento. Y hemos de abandonarnos enteramente, con filial confianza, a los ocultos designios de su voluntad de beneplácito, que, de momento, nos son completamente desconocidos; nuestro porvenir, nuestra salud, nuestra paz o inquietudes, nuestros consuelos o arideces, nuestra vida corta o larga. Todo está en manos de la Providencia amorosa de nuestro buen Dios, que es, a la vez, nuestro Padre amantísimo: que haga lo que quiera de nosotros en el tiempo y en la eternidad.

Con relación a la voluntad significada. – De cinco maneras, dice Santo Tomás (1, 19, 12), se nos manifiesta o significa la voluntad de Dios:

1.ª Haciendo algo directamente y por sí mismo: Operación.

2.ª Indirectamente, o sea, no impidiendo que otros lo hagan: Permisión.

3.ª Imponiendo su voluntad por un precepto propio o de otros: Precepto.

4.ª Prohibiendo en igual forma lo contrario: Prohibición.

5.ª Persuadiendo la realización u omisión de algo: Consejo.

Operación”. – Dios siempre quiere positivamente lo que hace por sí mismo, porque siempre se refiere al bien y siempre está ordenado a su mayor gloria. A este capítulo pertenecen todos los acontecimientos individuales, familiares y sociales, que han sido dispuestos por Dios mismo y no dependen de la voluntad de los hombres.

Permisión. – Dios nunca quiere positivamente lo que permite, porque se refiere a un mal, y Dios no puede querer el mal. Pero su infinita bondad y sabiduría sabe convertir en mayor bien el mismo mal que permite, y por esto precisamente lo permite. El mayor mal y el más grave desorden que se ha cometido jamás fue la crucifixión de Jesucristo, y Dios supo ordenarla al mayor bien que ha recibido jamás la humanidad pecadora: su propia redención.

Precepto”. – Ante todo y sobre todo es preciso conformarnos con la voluntad de Dios preceptuada: “porque antes pasarán el cielo y la tierra que falte una jota o una tilde de la Ley hasta que todo se cumpla” (Mt. 5, 18). Sería lamentable extravío y equivocación tratar de agradar a Dios con prácticas de supererogación inventadas y escogidas por nosotros, y descuidando los preceptos que Él mismo nos ha impuesto directamente o por medio de sus representantes. Mandamientos de Dios y de la Iglesia, preceptos de los superiores, deberes del propio estado: he ahí lo primero que tenemos que cumplir hasta el detalle si queremos conformarnos plenamente con la voluntad de Dios manifestada. Tres son nuestras obligaciones ante esos preceptos: a) conocerlos: “no seáis insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor” (Ef. 5, 17); b) amarlos: “por eso yo amo tus mandamientos más que el oro purísimo” (Sal. 118, 127), y c) cumplirlos: “porque no todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos” (Mt. 7, 21).

Prohibición”. – El primer paso y el más elemental e indispensable para conformar nuestra voluntad con la de Dios ha de ser evitar cuidadosamente el pecado que le ofende, por pequeño que sea o parezca ser. “Pecado muy de advertencia, por chico que sea, Dios nos libre de él. ¡Cuánto más que no hay poco, siendo contra una tan gran Majestad y viendo que nos está mirando! Que esto me parece a mí es pecado sobrepensado y como quien dice: Señor, aunque os pese, esto haré; ya veo que lo veis y sé que no lo queréis y lo entiendo; mas quiero más seguir mi antojo y apetito que no vuestra voluntad. Y que en cosa de esta suerte hay poco, a mí no me lo parece por leve que sea la culpa, sino mucho muy mucho”. Nada se puede añadir a estas juiciosas palabras de Santa Teresa.

Consejo”. – El alma que quiera practicar en toda su perfección la tal conformidad con la voluntad de Dios ha de estar pronta a practicar los consejos evangélicos –al menos en cuanto a su espíritu, si no es persona consagrada a Dios por los votos religiosos– y a secundar los movimientos interiores de la gracia que le manifiesten lo que Dios quiere de ella en un momento determinado.


¡Cuánto vale un solo acto de perfecta resignación a lo que Dios dispone! Bastaría para santificarnos... Va Pablo a perseguir a la Iglesia, y Cristo se le aparece y le ilumina y convierte con su gracia. El Santo se ofrece a cumplir lo que Dios le mande (Hch. 9, 6): “Señor, ¿qué quieres que haga?” Y Jesucristo le llama vaso de elección (Hch. 9, 15) y Apóstol de las gentes.

El que ayuna y da limosna y se mortifica por Dios, da una parte de sí mismo; pero el que entrega a Dios su voluntad, le da todo cuanto tiene. Esto es lo que Dios nos pide, el corazón, la voluntad (Pr. 23, 26).

Tal ha de ser, en suma, el blanco de nuestros deseos, de nuestras devociones, comuniones y demás obras piadosas, el cumplimiento de la voluntad divina. Éste debe ser el norte y mira de nuestra oración: el impetrar la gracia de hacer lo que Dios quiera de nosotros.

Para esto hemos de pedir la intercesión de nuestros Santos protectores, y especialmente de María Santísima, para que nos alcance luces y fuerzas, con el fin de que se conforme nuestra voluntad con la de Dios en todas las cosas, y sobre todo en las que repugnan a nuestro amor propio... Decía el Beato M. P. Ávila: “Más vale un ‘bendito sea Dios’, dicho en la adversidad, que mil acciones de gracias en los sucesos prósperos”.

Si quieres saber mas acerca de esta catequesis haz click Aquí

Oremos juntos

Súplica a Dios

La Sma. Virgen le dictó la siguiente oración a Jelena el
22/6/85, aconsejándole que la recitasen en su grupo de oración:

Oh, Dios, nuestro corazón está en profunda oscuridad,

a pesar de nuestra unión a tu Corazón.

Nuestro corazón se debate entre Vos y satanás.

¡No permitas que eso ocurra!

Todas las veces que el corazón está dividido

entre el bien y el mal,

que sea iluminado por tu luz

y que reencuentre la unidad.

No permitas nunca

que en nosotros haya dos amores,

que puedan en nosotros coexistir dos creencias.

Que nunca cohabiten en nosotros

la mentira y la sinceridad,

el amor y el odio,

la honestidad y la deshonestidad,

la humildad y el orgullo.

Ayúdanos, en cambio,

para que nuestro corazón se eleve hacia Vos, como el de un niño.

Haz, Señor, que nuestro corazón esté radiante de paz

y que de ella tenga siempre nostalgia.

Haz que puedan habitar en nosotros

tu santa voluntad y tu amor.

Que deseemos, al menos algunas veces, ser tus hijos.

Y cuando, Oh Señor, deseemos ser tus hijos,

acuérdate de nuestros pasados deseos

y ayúdanos a nuevamente acogerte.

Te abrimos nuestros corazones

para que viva en nosotros tu santo amor.

Te abrimos nuestras almas

para que sean tocadas por tu santa misericordia,

que nos ayudará a ver claramente todos los pecados,

y nos hará comprender

que es el pecado el que nos hace impuros.

Deseamos, Dios, ser tus hijos

humildes y devotos,

para poder volvernos

tus hijos amados y sinceros,

así como el Padre quiere de nosotros.

Jesús, hermano nuestro, ¡ayúdanos!

a que obtengamos del Padre su bondad

y a que seamos buenos hacia Él.

Ayúdanos, Oh Jesús,

a comprender bien lo que Dios nos da,

porque a veces renunciamos a hacer

una buena acción, casi como si fuese un mal para nosotros.


Que este Nuevo Año te encuentre renovado en el Espiritu y con la mirada adelante confiando siempre en Dios Nuestro Padre. Amén.

Que así sea.

Te invito a Meditar junto a la Hermana Glenda esta hermosa cancion dedicada a Nuestra Madre La Santísima Virgen Maria.







miércoles, 23 de diciembre de 2009

La alegría es oración, la señal de nuestra generosidad, de nuestro desprendimiento y de nuestra unión interior con Dios.



JMS Virgen María, Reina de todos los santos, ayúdanos a ser mansos y humildes de corazón como esta intrépida mensajera del amor. Ayúdanos a servir, con la alegría y la sonrisa, a toda persona que encontremos. Ayúdanos a ser misioneros de Cristo, nuestra paz y nuestra esperanza. Amén.
Oracion por la Familia de Santa Teresa de Calcuta

Padre nuestro que estás en el cielo,
tú nos has dado un modelo de vida
en la Sagrada Familia de Nazaret.
Ayúdanos, Padre amantísimo,
a hacer de nuestra familia
un nuevo Nazaret donde reine la alegría y la paz.
Que sea profundamente contemplativa,
intensamente eucarística y vibrante de gozo.
Ayúdanos a permanecer unidos
en los gozos y en las penas
gracias a la oración familiar.
Enséñanos a reconocer a Jesús
en cada miembro de nuestra familia,
particularmente cuando sufre y está herida.
Que el Corazón eucarístico de Jesús
haga nuestros corazones suaves y humildes, semejantes al suyo (Mt 11,29).
Ayúdanos a cumplir santamente nuestra vocación familiar.
Que nos podamos amar los unos a los otros
como Dios nos ama a cada uno cada día más,
y nos perdonemos mutuamente nuestras faltas
así como tú perdonas nuestros pecados.
Ayúdanos, Padre amantísimo,
a acoger todo lo que nos das
con una amplia sonrisa.
Corazón inmaculado de María, causa de nuestra alegría, ora por nosotros.
Santos ángeles de la guarda,
permaneced junto a nosotros,
guiadnos, protegednos.
Amén.

"Misionera de la Caridad. Su misión comenzaba todos los días antes del amanecer, delante de la Eucaristía. En el silencio de la contemplación, Madre Teresa de Calcuta escuchaba el grito de Jesús en la cruz: tengo sed. Ese grito la empujaba hacia las calles de Calcuta y de todas las periferias del mundo, a la búsqueda de Jesús en el pobre, el abandonado, el moribundo". Juan PabloII

Prometamos convertir nuestra comunidad en un nuevo Belén, en otro Nazaret. Amémonos mutuamente como amamos a Jesús. En el hogar de Nazaret se respiraba amor, unidad, oración, sacrificio y trabajo infatigable; pero, sobre todo, una profunda comprensión, mutua estima y permanente solicitud de todos por todos.

En todo el mundo se comprueba una angustia terrible, un espantoso hambre de amor. Llevemos, por tanto, a nuestras familias la oración, llevémosla a nuestros niños, enseñémosles a rezar. Pues un niño que ora, es un niño feliz. Familia que reza es una familia unida.

Hemos de procurar ser santos no porque queramos sentirnos santos, sino porque Cristo debe poder vivir plenamente Su vida en nosotros.

Cuando la puerta de la felicidad se cierra, otra puerta se abre, pero algunas veces miramos tanto tiempo aquella puerta que se cerró que no vemos la que se ha abierto frente a nosotros.

Es cierto que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, pero también es cierto que no sabemos lo que nos hemos estado perdiendo hasta que lo encontramos.

Espero que tengas:Suficiente felicidad para hacerte dulce. Suficientes pruebas para hacerte fuerte. Suficiente dolor para mantenerte humano. Suficiente esperanza para ser feliz.

A todos los jóvenes les digo: Ustedes son el futuro de la vida familiar; son el futuro de la alegría de amar. Mantengan la pureza, mantengan ese corazón, ese amor, virgen y puro, para que el día en que se casen puedan entregarse el uno al otro, algo realmente bello: la alegría de un amor puro.

Pero, si llegaran a cometer un error, les pido que no destruyan al niño, ayúdense mutuamente a querer y a aceptar a ese niño que aún no ha nacido. No lo maten, porque un error no se borra con un crimen. La vida del fruto de ese amor pertenece a Dios, y ustedes tienen que protegerla, amarla y cuidarla. Porque ese niño ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y es un regalo de Dios.

Lo único que Jesús nos pide en todo momento es que nos entreguemos absolutamente a Él, que confiemos en Él plenamente, renunciando a nuestros deseos para cumplir con el camino que nos va trazando.

No es necesario que veamos claro si vamos progresando o no en el camino de la santidad. Lo importante es ir caminando en el Señor.

El camino a la santidad comienza dejándonos vaciar y transformar por el mismo Jesús, para que Él llene nuestro corazón y podamos luego dar de nuestra abundancia.

Buscándolo, porque su conocimiento nos hará fuertes.

Amándolo sin mirar atrás, sin temores, creyendo que sólo Jesús es la vida.

Sirviéndolo, rechazando y olvidando todo lo que nos atormenta, porque es Él quien nos ayudará en el camino elegido. No estamos solos. Confiemos en Él.

Te invito a disfrutar de este momento junto al Santo Padre Juan Pablo II y el rezo del Padre Nuestro cantado;




domingo, 20 de diciembre de 2009

"A través de la oración el alma se arma para enfrentar cualquier batalla. En cualquier condición en que se encuentre un alma, debe orar.




JMS Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu bondadosa mirada y aumenta Tu misericordia en nosotros para que en los momentos difíciles, no nos desalentemos ni nos desesperemos, sino que, con la máxima confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y La Misericordia Misma.
"Tiene que rezar el alma pura y bella, porque de lo contrario perdería su belleza; tiene que implorar el alma que tiende a la pureza, porque de lo contrario no la alcanzaría; tiene que suplicar el alma recién convertida, porque de lo contrario caería nuevamente; tiene que orar el alma pecadora, sumergida en los pecados, para poder levantarse y no hay alma que no tenga el deber de orar, porque toda gracia fluye por medio de la oración" (Diario, 146).

"... El alma debe ser fiel a la oración, a pesar de las tribulaciones y la aridez y las tentaciones, porque de tal plegaria en gran medida depende a veces la realización de los grandes proyectos de Dios; y si no perseveramos en tal plegaria, ponemos impedimentos a lo que Dios quiere hacer a través de nosotros o en nosotros. Que cada alma recuerde estas palabras: Y encontrándose en una situación difícil, rogaba más tiempo" . (Diario, 872).
Como descansar en el Corazón de Jesús
"Hija mía, observa fielmente las palabras que te voy a decir: no valores demasiado ninguna cosa exterior, aunque te parezca muy preciosa. Olvídate de ti misma y permanece continuamente Conmigo. Confíame todo y no hagas nada por tu cuenta y tendrás siempre una gran libertad de espíritu; ninguna circunstancia ni acontecimiento llegará a perturbarte.No prestes mucha atención a lo que dice la gente, deja que cada uno te juzgue según le guste. No te justifiques eso no te causará daño. Dalo todo a la primera alusión de petición, aunque fueran las cosas mas necesarias; No pidas nada sin consultarme. Deja que te quiten incluso lo que te mereces; la estima, el buen nombre; que tu espíritu esté por encima de todo esto. Y así liberada de todo, descansa junto a Mi Corazón, no permitas que nada turbe tu paz.
(Diario # 1685)

"Deseo unirme a las almas humanas. Mi gran deleite es unirme con las almas. Has de saber, hija Mía, que cuando llego a un corazón humano en la Santa Comunión, tengo las manos llenas de toda clase de gracias y deseo dárselas al alma, pero las almas ni siquiera Me prestan atención, Me dejan solo y se ocupan de otras cosas. Oh, qué triste es para Mí que las almas no reconozcan al Amor. Me tratan como una cosa muerta." (Diario #1385, p. 492)

"Oh, si los pecadores conocieran Mi misericordia no perecería un número tan grande de ellos. Diles a las almas pecadoras que no tengan miedo de acercarse a Mí, habla de Mi gran misericordia." (Diario #1396, p. 496)

CANONIZACIÓN DE MARÍA FAUSTINA KOWALSKA
Su Santidad Juan Pablo II
Domingo 30 de abril de 2000

La canonización de sor Faustina tiene una elocuencia particular: con este acto quiero transmitir hoy este mensaje al nuevo milenio. Lo transmito a todos los hombres para que aprendan a conocer cada vez mejor el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro de los hermanos. El amor a Dios y el amor a los hermanos son efectivamente inseparables, como nos lo ha recordado la primera carta del apóstol san Juan: "En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos" (1 Jn 5, 2). El Apóstol nos recuerda aquí la verdad del amor, indicándonos que su medida y su criterio radican en la observancia de los mandamientos.

En efecto, no es fácil amar con un amor profundo, constituido por una entrega auténtica de sí. Este amor se aprende sólo en la escuela de Dios, al calor de su caridad. Fijando nuestra mirada en él, sintonizándonos con su corazón de Padre, llegamos a ser capaces de mirar a nuestros hermanos con ojos nuevos, con una actitud de gratuidad y comunión, de generosidad y perdón. ¡Todo esto es misericordia!

En la medida en que la humanidad aprenda el secreto de esta mirada misericordiosa, será posible realizar el cuadro ideal propuesto por la primera lectura: "En el grupo de los creyentes, todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía" (Hch 4, 32). Aquí la misericordia del corazón se convirtió también en estilo de relaciones, en proyecto de comunidad y en comunión de bienes. Aquí florecieron las "obras de misericordia", espirituales y corporales. Aquí la misericordia se transformó en hacerse concretamente "prójimo" de los hermanos más indigentes.

"Misericordias Domini in aeternum cantabo" (Sal 89, 2). A la voz de María santísima, la "Madre de la misericordia", a la voz de esta nueva santa, que en la Jerusalén celestial canta la misericordia junto con todos los amigos de Dios, unamos también nosotros, Iglesia peregrina, nuestra voz.

Faustina, don de Dios a nuestro tiempo, don de la tierra de Polonia a toda la Iglesia, concédenos percibir la profundidad de la misericordia divina, ayúdanos a experimentarla en nuestra vida y a testimoniarla a nuestros hermanos. Que tu mensaje de luz y esperanza se difunda por todo el mundo, mueva a los pecadores a la conversión, elimine las rivalidades y los odios, y abra a los hombres y las naciones a la práctica de la fraternidad. Hoy, nosotros, fijando, juntamente contigo, nuestra mirada en el rostro de Cristo resucitado, hacemos nuestra tu oración de abandono confiado y decimos con firme esperanza:

"Cristo, Jesús, en ti confío".

Santa Faustina, alma víctima del amor misericordioso del Corazón de Cristo
“Oh Jesús mío cada uno de tus santos refleja en si una de tus virtudes, yo deseo reflejar tu corazón compasivo y lleno de misericordia. “Que tu misericordia, quede impresa sobre mi corazón como un sello, y este será mi signo distintivo en esta vida y en la otra” (#1242).

A Santa Faustina durante su tercer año de noviciado le fue revelado lo que era ser Alma Víctima. Anota ella en su diario: "sufrir es una gracia grande; a través del sufrimiento el alma se hace como la del Salvador; en el sufrimiento el amor se cristaliza, mientras más grande el sufrimiento más puro el amor".

Con estas palabras, Jesús preparaba a Santa Faustina para la vocación dentro de su vocación religiosa a la que sería llamada: una victima, una hostia viva... “Hija mía, quiero enseñarte a salvar almas con el sacrificio y la oración. Quiero ver en ti una ofrenda de amor vivo, ya que solo entonces tendrás gran poder frente a mi. Tienes que ser aniquilada, destruida, vivir como si estuvieras muerta en tu esencia mas secreta, entonces serás para mi una ofrenda agradable un holocausto. Tu fuerza será potente cuando intercedas por alguien” (#1767). Luego le revela su llamado: “Durante la Santa Misa vi al Señor Jesús clavado en la cruz, entre grandes sufrimientos. Un silencioso gemido salía de su Corazón, un momento después dijo: 'Deseo, deseo la salvación de las almas; ayúdame, hija Mía, a salvar almas. Une tus sufrimientos a Mi Pasión y ofrécelos al Padre Celestial por los pecadores'”. (#1032)

Santa Faustina se ofreció como víctima por los pecadores y con este propósito experimentó muchos y diversos sufrimientos. # 1612: “tengo necesidad de tus sufrimientos para salvar almas.” Durante una hora particular de adoración, Dios le reveló a Santa Faustina todo lo que ella tendría que sufrir: soledad, pobreza, falsas acusaciones, la pérdida del buen nombre, abandono, desprecio y muchos sufrimientos físicos, incluyendo las estigmas invisibles.. Cuando la visión terminó, un sudor frío bañó su frente. Consciente de que todo este misterio dependía de su libre aceptación, consintió libremente al sacrificio en completo uso de sus facultades. Luego escribió lo siguiente en su diario: “De repente, cuando había consentido a hacer el sacrificio con todo mi corazón y todo mi entendimiento; la presencia de Dios me cubrió, me parecía que me moría de amor a la vista de su mirada.”
Durante la Cuaresma de 1933, experimentó en su propio cuerpo y corazón la Pasión del Señor, recibiendo invisiblemente las estigmas. Ella lo narra así: "Un día durante la oración, vi una gran luz y de esta luz salían rayos que me envolvían completamente. De pronto sentí un dolor muy agudo en mis manos, en mis pies, y en mi costado, y sentí el dolor de la corona de espinas, pero esto fue sólo por un tiempo bien corto."
Tiempo más tarde, cuando Santa Faustina se enfermó de Tuberculosis, experimentó nuevamente los sufrimientos de la Pasión del Señor repitiéndose todos los Viernes y algunas veces cuando se encontraba con un alma que no estaba en estado de gracia. “Los sufrimientos eran dolorosos y de corta duración, no los hubiera soportado sin una gracia especial de Dios “.

"Quien sufre debe vivir el amor de Dios por medio de la sabia aceptacion de sus dolores, de la serena meditación de su destino." San Pio de Pietrelcina
"Dios fue muy bueno conmigo y, para aumentar mi fe, me permitió ver muchas veces frutos inmediatos de mi oración y me hizo palpar que verdaderamente mi sufrimiento está vinculado misteriosamente a la salvación de muchas almas."
Marcela De Maria y Campos
Marcela, afectada por una eslerosis múltiple, enfermedad degenerativa e incurable, entendió que este regalo de comprender la enfermedad como un don para los demás, este vivir con esperanza, no era solo para ella y dió origen a una de las organizaciones internacionales más nuevas en la Iglesia: Mission Hope

Una organización internacional de católicos que día a día cargan con una cruz significativa, y que ofrecen su sufrimiento, unido al de Cristo en la cruz, para alcanzar el mayor número de gracias posibles para la Iglesia y para el mundo.
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