jueves, 8 de octubre de 2009

Abre, Señor, nuestros corazones, para que comprendamos las palabras de tu Hijo. Aleluya.



JMS Dios es mi Padre, qué feliz soy! Soy hijo suyo, hijo de Dios.Evangelio del dia 8 de Octubre con Meditacion

Dios mío, estoy contento porque tu presencia bendita en mi morada ilumina mi vida.Dios mío, estoy contento porque eres mi fuerza en los desfallecimientos de mi alma.Dios mío, estoy contento porque eres mi consuelo en las angustias de mi corazón.Dios mío, estoy contento porque Tú eres mi luz en las oscuridades de mi camino.Dios mío, estoy contento porque Tú eres mi riqueza en mi pobreza.

Oh mi buen Maestro! Te doy gracias de haberme permitido gozar de todas las maravillas de tu creación.

¡Oh mi buen Maestro! Te doy gracias de todos los bienes que poseo todavía y de todos aquellos que espero de tu misericordia infinita en este mundo y en el otro para mí y para todos aquellos que me son queridos. Amén.


Evangelio

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: ‘Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle’.

Pero él le responde desde dentro: ‘No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados’.

Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite.

Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pan, le dé una piedra? ¿O cuando le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán?

Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?”
San Lucas 11,5-13

Reflexion;
Orar no es solamente pedir, dar gracias, alabar, adorar al Señor, sino hacer esto siendo insistentes, perseverantes, el que persevera triunfará.
Jesús hoy nos enseña que todo se nos concederá porque su Padre y Nuestro Padre es el Padre Bueno. Y aún mas hay algo que jamas se negará a darnos: "el Espiritu Santo"! ¡OH Padre de Bondad!, por los méritos de tu Hijo Jesucristo regálanos una nueva efusión del Espiritu Santo con sus dones, frutos y carismas. Ven Espiritu Santo, llenanos con el fuego de tu Amor y la luz de tu verdad. Donde está el Espiritu, hay libertad. La Libertad de los hijos de Dios.
“Ocúpate de Mí –decía Jesús a Santa Catalina de Siena–, y Yo me ocuparé de ti”. El Señor no nos dejará solos.

Recordemos el Salmo 1

Dichoso el hombre que confía en el Señor.

Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en malos pasos ni se burla del bueno, que ama la ley de Dios y se goza en cumplir sus mandamientos.

Dichoso el hombre que confía en el Señor.

Es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito.

Dichoso el hombre que confía en el Señor.

En cambio los malvados serán como la paja barrida por el viento. Porque el Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo.

Dichoso el hombre que confía en el Señor.

Meditacion

No hay en el lenguaje humano ninguna palabra en que se condense toda la buena nueva que Cristo trajo a la tierra, como en la palabra que el hombre dirige a su Dios llamándole: Padre. Dios, nuestro Padre, nosotros sus hijos.

La palabra Padre la repite Cristo muchísimas veces, tanto en sus sermones a los judíos y apóstoles como en sus oraciones. Especialmente se ve esto en los Evangelios de San Mateo y San Juan. San Mateo trae esta palabra 44 veces, Juan cerca de 115 veces. De esto se deduce cuán profundamente impresionó esta palabra a los apóstoles y cuánto se grabó en su memoria.

Al poner esta palabra al principio de su oración, Cristo quería producir en nosotros los mismos sentimientos que El abrigaba. Por eso se puede comprender cuánto le agrada el que este pensamiento fundamental de su trato con Dios halle un eco fiel en nuestras oraciones.

Cuando un niño no conoció a su padre como la imagen perfecta del amor providencial, y no creció al calor de este amor, siempre sentirá la falta de uno de los aspectos más felices de su vida. Lo mismo acaece en el hombre que no aprendió sentirse hijo de Dios. A él no le queda más remedio que pedir con toda reverencia como los discípulos: "Señor, enséñanos a orar".

¡Padre! ¡ Cuán feliz me siento en la convicción de tener por Padre a Dios, el Eterno e Inmenso, el Creador y Señor de todas las cosas creadas! ¡ Qué ánimo y aliento, qué confianza en todas las situaciones de mi vida me da esta seguridad! ¡ Oh Padre mío, yo creo en tu eterno amor para conmigo! Cuán fielmente cumpliste siempre tus obligaciones de Padre conmigo! Yo a mi vez quiero ser fiel hijo tuyo y buen hermano de tus hijos, mis hermanos en la tierra, ante todo de tu Hijo que me recuperó los derechos perdidos de ser hijo tuyo.

Que tu, oh Padre, encuentres en el mundo aquella gloria externa que se te debe en la vida pública y privada de los hombres, en la ciencia y las bellas artes, en la técnica y en la vida política, ante todo en la práctica de las virtudes de tus hijos! ¡ Ojalá todo sea dirigido para promover tu honra y gloria! Esta es mi primera aspiración en todas mis oraciones, como es el principal interés de los hijos buenos que el padre de familia sea honrado y amado de todos.

Oh querido Padre que estás en los cielos, necesito pedirte muchas cosas: soy pobre y necesito mi pan cotidiano; soy más pobre porque necesito el perdón de mi culpa: soy aún más pobre, porque necesito ser librado siempre de nuevos peligros; soy pobrísimo, porque necesito ser preservado de la perdición eterna. Pero todas esas cosas no han de ser lo primero que te pido. El primer y principal objeto de todos mis anhelos es que tu nombre sea santificado. ¡Ojalá toda mi vida sea dedicada a conseguir este fin primordial de todos los hombres de la tierra!

Toda mi felicidad y mi valor depende de si me someto con toda mi alma a la voluntad de Dios o no. Yo renuncio a mi propia voluntad y a mis deseos particulares. ¿Qué importa todo eso, con tal que se cumpla la voluntad de Dios? Sólo aquello tiene razón de ser, que deriva de la siempre santa, siempre amable, siempre bondadosa voluntad divina y está en conformidad con ella.

Danos, oh Padre, tu poderosa gracia que nos hace abrazar y cumplir siempre lo que Tú quieres, y nos mantiene firmes y fuertes en todo lo que dispone o permite tu santa Providencia.

Oremos

Padre, Me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que fuere, Por ello te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo.

Lo acepto todo, Con tal de que se cumpla Tu voluntad en mí Y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Te encomiendo mi alma, Te la entrego Con todo el amor de que soy capaz, Porque te amo y necesito darme, Ponerme en tus manos sin medida, Con infinita confianza, Porque tu eres mi Padre.

Rezar un Padre Nuestro, Ave Maria Y un Gloria.