JMS Quedate Señor Conmigo...
Quédate, Señor, conmigo, porque soy muy débil y necesito de tus alientos y de tu fortaleza para no caer tantas veces.
Quédate, Señor, conmigo, porque Tú eres mi vida y sin Ti con frecuencia decaigo en el fervor. Quédate, Señor, conmigo, porque Tú eres mi luz y sin Ti estoy en tinieblas. Quédate, Señor, conmigo, para que oiga tu voz y la siga. Quédate, Señor, conmigo, para demostrarme todas tus voluntades. Quédate, Señor, conmigo, porque deseo amarte mucho y vivir siempre en tu compañía.
Esta Oracion muy conocida ha sido compuesta por El Santo Padre Pio de Pietrelcina para rezarla despues de la Santa Comunion:
Has venido a visitarme Como Padre y como amigo Jesús, no me dejes solo. ¡Quédate Señor conmigo! Por el mundo envuelto en sombras Soy errante peregrino Dame tu luz y tu gracia ¡Quédate Señor conmigo! En este precioso instante Abrazado estoy contigo Que esta unión nunca me falte ¡Quédate Señor conmigo! Acompáñame en la vida Tu presencia necesito Sin ti desfallezco y caigo ¡Quédate Señor conmigo! Declinando está la tarde Voy corriendo como río al hondo mar de la muerte. ¡Quédate Señor conmigo! En la pena y en el gozo Sé mi aliento mientras vivo Hasta que muera en tus brazos ¡Quédate Señor conmigo!
Gentileza de: Crucificado sin cruz.blogspotot.com
Bendice al Señor alma mia, que todo mi ser bendiga a Su Santo Nombre; Bendice al Señor alma mia, y nunca olvides sus beneficios. El Señor es bondadoso y compasivo. del salmo 102
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Reflexion
El cansancio nos enseña a ser humildes y a vivir mejor la caridad.
Jesús se vale también de los momentos en que toma nuevas fuerzas para remover las almas. Mientras descansa junto al pozo de Jacob, una mujer se acercó dispuesta a llenar su cántaro de agua. Esa será la oportunidad que aprovechará el Señor para mover a esta mujer samaritana a un cambio radical de vida. También nosotros sabemos que ni siquiera nuestros momentos de fatiga deben pasar en vano. “Solo después de la muerte sabremos a cuántos pecadores les hemos ayudado a salvarse con el ofrecimiento de nuestro cansancio. Solo entonces comprenderemos que nuestra inactividad forzosa y nuestros sufrimientos pueden ser más útiles al prójimo que nuestros servicios efectivos”.
No dejemos nunca de ofrecer esos períodos de postración o de inutilidad por el agotamiento o la enfermedad. Ni en esas circunstancias dejemos tampoco de ayudar a los demás. El cansancio nos enseña a ser humildes y a vivir mejor la caridad.
Advertimos entonces que no lo podemos todo y que necesitamos de los demás; el dejarse ayudar favorece en gran manera la humildad. A la vez, como todos nos encontramos más o menos fatigados, comprendemos mejor el consejo de San Pablo de llevar los unos las cargas de los otros.