JMS La fe es un don divino; sólo Dios la puede infundir más y más en el alma.
Es él quien abre el corazón del creyente para que reciba la luz sobrenatural, y por eso debemos implorarla; pero a la vez son necesarias unas disposiciones internas de humildad, de limpieza, de apertura..., de amor que se abre paso cada vez con más seguridad. Nosotros acudimos a la compasión y misericordia divinas: ¡Señor, ayúdanos, ten compasión de nosotros!.
La humildad, la limpieza de alma y apertura de corazón hacia la verdad nos dan la capacidad de recibir esos dones que Jesús nunca niega. Si la semilla de la gracia no prosperó se debió exclusivamente a que no encontró la tierra preparada. Señor, ¡auméntame la fe!, le pedimos en la intimidad de nuestra oración. ¡No permitas que jamás vacile mi confianza en Ti!
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«Todo cuanto pidiereis a mi Padre, en nombre mío, es decir, poniéndome por intercesor, os lo concederá» (Jn 16,23). Asimismo, San Pablo nos exhorta a elevar en todo tiempo continuas oraciones y súplicas poniendo por intercesor al Espíritu Santo (Ef 6,18).
La Oracion en Cristo
Cuando llega la dificultad y las pruebas, en los momentos de angustia, de duda o enfermedad, es bueno decir al Señor que seguimos creyendo en El.
Señor, Tu siempre me has dado
La fuerza necesaria,
y, aunque débil,
Creo en Ti.
Señor, Tu siempre me has dado
La paz de cada día,
y, aunque angustiado,
Creo en Ti.
Señor, Tu siempre me has guardado
En la prueba,
Y, aunque estoy en ella,
Creo en Ti.
Señor, Tu siempre has alumbrado
Mis tinieblas,
Y, aunque no tengo luz,
Creo en Ti.
Reza esta oracion del Padre Abraham de Avellaneda de Buenos Aires.
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