Heraldos del Evangelio |
Evangelio según san Marcos 12, 13-17
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos le enviaron a Jesús unos fariseos y unos partidarios de Herodes para hacerle una pregunta capciosa. Se acercaron, pues, a él y le dijeron:
"Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa lo que diga la gente, porque no tratas
de adular a los hombres, sino que enseñas con toda verdad el camino de Dios. ¿Está permitido o no, pagarle el tributo al César?
¿Se lo damos o no se lo damos?" Jesús, notando su hipocresía, les dijo:
"¿Por qué me ponen una trampa? Tráiganme una moneda para que yo la vea".
Se la trajeron y él les preguntó:
"¿De quién es la imagen y el nombre que lleva escrito?"
Le contestaron:
"Del César".
Entonces les respondió Jesús:
"Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios".
Y los dejó admirados.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
carta del apóstol san Pedro 3, 12-15a.17-18
Hermanos: Piensen con cuánta santidad y entrega deben vivir ustedes esperando y apresurando el advenimiento del día del Señor, cuando desaparecerán los cielos consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros confiamos en la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia.
Por tanto, queridos hermanos, apoyados en esta esperanza, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz con él, sin mancha ni reproche, y consideren que la magnanimidad de Dios es nuestra salvación.
Así pues, queridos hermanos, ya están ustedes avisados; vivan en guardia para que no los arrastre el error de los malvados y pierdan su seguridad. Crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y salvador, Jesucristo.
A él la gloria, ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo 89
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.
Desde antes que surgieran las montañas y la tierra y el mundo apareciesen, existes tú, Dios mío, desde siempre y por siempre.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.
Tú haces volver al polvo a los humanos, diciendo a los mortales que retornen. Mil años son para ti como un día que ya pasó; como una breve noche.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.
Setenta son los años que vivimos; llegar a los ochenta es más bien raro; pena y trabajo son los más de ellos, como suspiro pasan y pasamos.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.
Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda. Haz, Señor, que tus siervos y sus hijos puedan mirar tus obras y tu gloria.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.
SANTOS MARCELINO Y PEDRO
Marcelino era sacerdote y Pedro exorcista, y ambos fueron mártires. El papa san Dámaso es quien nos ha dejado las noticias de su muerte que oyó de boca del mismo verdugo. Fueron condenados a muerte en Roma durante la persecución de Diocleciano, a comienzos del siglo IV, seguramente el año 304. Para su ejecución los llevaron a un bosque fuera de la ciudad, a fin de que se desconociera el lugar de su sepultura. Allí los obligaron a cavar con sus manos su propia fosa, en la que los enteraron después de haberlos decapitado. Pero una piadosa matrona romana, llamada Lucilia, consiguió localizar los restos de los mártires, los recogió y los sepultó en el cementerio llamado Ad duas lauros, en la Vía Labicana de Roma donde, después de la paz de Constantino, su madre, santa Elena, hizo construir una basílica.-
Oración: Señor, tú has hecho del glorioso testimonio de tus mártires san Marcelino y san Pedro nuestra protección y defensa; concédenos la gracia de seguir sus ejemplos y de vernos continuamente sostenidos por su intercesión. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Evangelio según san Mateo
5, 13-19
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre que está en los cielos.
No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley.
Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos".
Palabra del Señor
.
Gloria a ti, Señor Jesús.Señor, guarda intacto tu don en nuestros corazones y lo que de tu mano hemos recibido en la festividad de tus santos Marcelino y Pedro, sea para nosotros prenda de salvación y paz.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén
Con la confianza que nos da el ser hijos de Dios, pidamos a Dios nuestro Padre:
-Que envíe su Espíritu sobre la Iglesia y la llene de sus dones.
-Que santifique a los obispos y a los sacerdotes y les dé el Espíritu de sabiduría.
-Que reine la concordia en nuestro pueblo, la prudencia y la justicia en los gobernantes, y la paz entre las naciones.
-Que los pobres, los enfermos y todos los indigentes sientan el apoyo de sus hermanos los hombres y el gozo del Espíritu.
-Que el Espíritu del Señor nos fortalezca en la fe, nos revele toda la verdad y nos llene de su amor.
Por las almas de los Difuntos, especialmente por las almas del purgatorio, te lo pedimos Señor
Oración: Multiplica sobre nosotros, Señor, los dones de tu Espíritu, para que se realicen también en nosotros las maravillas de Pentecostés. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
El amor a Dios no solo se expresa dando a Dios el culto que le es debido, de modo particular en la Santa Misa, sino que debe abarcar todos los aspectos de la vida del hombre, y tiene muchas manifestaciones. Amamos a Dios a través de nuestro trabajo bien hecho, del cumplimiento fiel de nuestros deberes en la familia, en la empresa, en la sociedad; con nuestra mente, con el corazón... con el porte exterior, propio de un hijo de Dios... Este mandamiento exige en primer lugar la adoración, dar gloria a Dios, que no es una actividad más entre otras diversas, sino la finalidad última de todas nuestras acciones, incluso de lo que puede parecer más vulgar: ya comáis, ya bebáis, o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios , 1 Cor 10, 31 . Esta actitud fundamental de adoración exige en la práctica hacerlo todo, al menos desear hacerlo, para agradar a Dios: es decir, actuar con rectitud de intención.
El amor a Dios, y el verdadero amor al prójimo, se alimenta en la oración y en los sacramentos, en la lucha constante por superar nuestros defectos, en el empeño por mantenernos en Su presencia a lo largo del día. De modo particular, la Sagrada Eucaristía debe ser la fuente donde se alimente continuamente nuestro amor al Señor. Así podremos decir, con las palabras del Adoro te devote:Te adoro, Señor..., a Ti se somete mi corazón por completo