JMS "..Tengo siempre presente al Señor, porque está a mi derecha, para que yo no dude. Por eso se goza mi corazón, se alegra mi lengua, y todo mi ser descansa confiado; porque no me entregarás al abismo, ni permitirás que tu fiel experimente la corrupción. Me enseñaste los caminos de la vida, y me saciarás de alegría en tu presencia.."
El día de Pentecostés, se presentó Pedro con los Once ante la multitud, levantó la voz y declaró solemnemente: "Israelitas, escuchen: Jesús de Nazaret fue el hombre a quien Dios acreditó ante ustedes con los milagros, prodigios y señales que realizó por medio de él, como bien lo saben. Dios lo entregó conforme al plan que tenía previsto y determinado, y ustedes, valiéndose de los impíos, lo crucificaron y lo mataron. Dios, sin embargo, lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, pues era imposible que ésta lo retuviera en su poder, ya que el mismo David dice de él: Tengo siempre presente al Señor, porque está a mi derecha, para que yo no dude. Por eso se goza mi corazón, se alegra mi lengua, y todo mi ser descansa confiado; porque no me entregarás al abismo, ni permitirás que tu fiel experimente la corrupción. Me enseñaste los caminos de la vida, y me saciarás de alegría en tu presencia.
Hermanos, permítanme decirles con franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su sepulcro aún se conserva entre nosotros. Pero, como era profeta y sabía que Dios le había jurado solemnemente sentar en su trono a un descendiente suyo, vio anticipadamente la resurrección de Cristo, y dijo que no sería entregado a la muerte, ni su cuerpo experimentaría la corrupción.
A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ellos somos testigos todos nosotros. El poder de Dios lo ha exaltado, y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha derramado, como ahora lo están viendo y oyendo".
Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33
Por medio de La Palabra de Dios nos convertimos en personas llenas de fe, una persona con fe en todo ve la Mano del Señor, nunca se queja porque confia, no teme, sabe enfrentar las situaciones con valentia, pues en su humildad, reconoce que en todo esta la Obra del Señor, y que El habita en esta persona, por tanto repite una y ota vez junto al Apostol Pablo: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece"..
Rezemos el Salmo del dia con fe:
Salmo15, 1-2a
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Protégeme, Dios mío que me refugio en ti. Yo digo al Señor: "Tú eres mi dueño, mi único bien". Señor, tú eres mi alegría y mi herencia, mi destino está en tus manos.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha jamás fracasaré.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Por eso se me alegra el corazón, hacen fiesta mis entrañas y todo mi ser descansa tranquilo; porque no me abandonarás en el abismo, ni dejarás a tu fiel experimentar la corrupción.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Me enseñarás la senda de la vida, me llenarás de alegría en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Meditacion
En la Muerte y Resurrección de Cristo hemos sido rescatados del pecado, del poder del demonio y de la muerte eterna. La Pascua nos recuerda nuestro nacimiento sobrenatural en el Bautismo, donde fuimos constituidos hijos de Dios, y es figura y prenda de nuestra propia resurrección, nos dice San Pablo: Dios nos ha dado vida por Cristo y nos ha resucitado con Él.
Los Apóstoles se alegraron viendo al Señor. Su alegría surge de haber visto a Cristo, de saber que vive, de haber estado con Él.
La alegría verdadera no depende del bienestar material, de no padecer necesidad, de la ausencia de dificultades, de la salud... La alegría profunda tiene su origen en Cristo, en el amor que Dios nos tiene y en nuestra correspondencia a ese amor. Se cumple, aquella promesa del Señor: Y Yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar. Nadie: ni el dolor, ni la calumnia, ni el desamparo..., ni las propias flaquezas, si volvemos con prontitud al Señor. Esta es la única condición: no separarse de Dios, no dejar que las cosas nos separen de Él; sabernos en todo momento hijos suyos, vivir como hijos suyos, amando, perdonando, haciendo el Bien donde quiera que estemos, luchando dia a dia por ser cada vez mejor.
"cuando se busca al Señor, el corazón rebosa siempre de alegría”
"Así pues, también vosotros ahora os entristecéis, pero os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo"..
En la Última Cena, el Señor no había ocultado a los Apóstoles las contradicciones que les esperaban; sin embargo, les prometió que la tristeza se tornaría en gozo.
En el amor a Dios, que es nuestro Padre, y a los demás, y en el consiguiente olvido de nosotros mismos, está el origen de esta alegría profunda del cristiano. Y esta es lo normal para quien sigue a Cristo. El pesimismo y la tristeza deberán ser siempre algo extraño al cristiano. Algo que, si se diera, necesitaría de un remedio urgente.
Debemos fomentar siempre la alegría y el optimismo y rechazar la tristeza
Estar alegres es una forma de dar gracias a Dios por los innumerables dones que nos hace; la alegría es “el primer tributo que le debemos, la manera más sencilla y sincera de demostrar que tenemos conciencia de los dones de la naturaleza y de la gracia y que los agradecemos”.Nuestro Padre Dios está contento con nosotros cuando nos ve felices y alegres con el gozo y la dicha verdaderos.
Con nuestra alegría hacemos mucho bien a nuestro alrededor, pues esa alegría lleva a los demás a Dios. Dar alegría será con frecuencia la mejor muestra de caridad para quienes están a nuestro lado.
Dios quiere que el hogar en el que vivimos sea un hogar alegre.
Una casa cristiana debe ser alegre, porque la vida sobrenatural lleva a vivir esas virtudes: generosidad, cordialidad, espíritu de servicio, a las que tan íntimamente está unida esta alegría. Un hogar cristiano da a conocer a Cristo de modo atrayente entre las familias y en la sociedad. Debemos procurar también llevar esta alegría serena y amable a nuestro lugar de trabajo, a la calle, a las relaciones sociales. El mundo está triste e inquieto y tiene necesidad, ante todo, del de la paz y de la alegría que el Señor nos ha dejado. ¡Cuántos han encontrado el camino que lleva a Dios en la conducta cordial y sonriente de un buen cristiano! La alegría es una enorme ayuda en el apostolado, porque nos lleva a presentar el mensaje de Cristo de una forma amable y positiva, como hicieron los Apóstoles después de la Resurrección. Jesucristo debía manifestar siempre su infinita alegría interior. La necesitamos también para nosotros mismos, para crecer en la propia vida interior. Santo Tomás dice expresamente que “todo el que quiere progresar en la vida espiritual necesita tener alegría”. La tristeza nos deja sin fuerzas; es como el barro pegado a las botas del caminante que, además de mancharlo, le impide caminar.Esta alegría interior es también el estado de ánimo necesario para el perfecto cumplimiento de nuestras obligaciones. Y “cuanto más elevadas sean estas, tanto más habrá de elevarse nuestra alegría”. Cuanto mayor sea nuestra responsabilidad mayor también nuestra obligación de tener paz y alegría para darla a los demás, mayor la urgencia de recuperarla si se hubiera enturbiado.
Aprendamos de San Pablo: Su espíritu no decae ante las tribulaciones porque sabe en quien ha puesto su confianza;"Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día." -II Timoteo 1,12;
Ultima Refleccion: "Que el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rm 14,17).
Es una lección que debemos aprender también nosotros: con los diversos carismas confiados a Pedro y a Pablo, dejémonos todos guiar por el Espíritu, intentando vivir en la libertad que encuentra su orientación en la fe en Cristo y se concreta en el servicio a los hermanos. Es esencial ser cada vez más conformes a Cristo. Es así que se es realmente libre, así se expresa en nosotros el núcleo más profundo de la Ley: el amor a Dios y al prójimo. Pidamos al Señor que nos enseñe a compartir sus sentimientos, para aprender de Él la verdadera libertad y el amor evangélico que abraza a todo ser humano. Catequesis del Papa Benedicto XVI
Oremos
Oh Dios, tenemos siempre presentes los maravillosos gestos de tu amor que constantemente nos dispensas. Tú eres el único que merece ser amado con todo el corazón, más que la vida y por encima de las riquezas; afianza nuestro amor en tu Amor; amándote a ti, el único Bueno, alégrese nuestro corazón y gócense nuestras entrañas, mientras Tú nos sacias del gozo de tu Presencia. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Quien en ti se refugia, Señor, no queda confundido, porque así como no consentiste que tu Hijo experimentara la corrupción, sino que le saciaste de alegría perpetua a tu derecha, también a nosotros nos enseñas el camino de la vida que conduce hacia ti, Señor, dispensador de vida eterna. Amén
Oraciones: Fuente: www.franciscanos.org