domingo, 13 de septiembre de 2009

"Queridos hijos, hoy -como nunca antes de ahora- los invito a la oración. Que la oración sea oración por la paz.


JMS María Reina de la Paz
La Reina de la Paz nos visita diariamente
La Santísima Virgen y Madre, la Gospa, también se revela como la Mujer de las Escrituras que lucha contra satanás por sus hijos (Ap 12 y Gen 3). Y anticipa sus movimientos, lo desenmascara. En una oportunidad, hacia el inicio de las apariciones, la Virgen permitió que el siniestro personaje se le presentara a Mirjana, disfrazado de Ella. Le estaba así demostrando -como la misma Virgen luego se lo explicó a Mirjana- la presencia real de satanás para que tuviera experiencia de ella y para advertirla y advertirnos de las falsas apariciones. También hacia el 86 dijo "satanás se apoderó de parte de mi plan." Y sigue desencubriéndolo cuando nos dice: "Queridos hijos, os invito especialmente a todos a la oración y a la renuncia porque ahora, como nunca antes, satanás quiere mostrar al mundo su rostro vergonzoso con el que quiere seducir a todos los que pueda, llevándolos por el camino del pecado y de la muerte. Por esto, queridos hijos, ayudad a mi Corazón Inmaculado para que triunfe sobre un mundo de pecado.

La Virgen es nuestra Madre que no nos abandona y nos reasegura con su amor, con su presencia -aunque no la veamos- en toda circunstancia de nuestras vidas. "Yo ya os he dicho, hijos queridos, que os he escogido de modo particular, así como sois. Yo soy la Madre que ama a todos. En los momentos en que os encontréis en dificultad, no temáis porque os amo. Os amo aún cuando estuviereis alejados de mi Hijo y de mí. Os ruego, no permitáis que mi corazón llore lágrimas de sangre por las almas que se pierden en el pecado. Por eso, hijitos, ¡orad, orad, orad!"

María es la Madre que, incansablemente, nos llama para llevarnos a Dios, que sigue cooperando en manera sublime, y desde la Gloria, a la Redención que su Hijo obtuvo para nosotros en el Gólgota.

Soy todo tuyo María

Virgen María, Madre mía, me consagro a ti

y confío en tus manos toda mi existencia.

Acepta mi pasado con todo lo que fue.

Acepta mi presente con todo lo que es.

Acepta mi futuro con todo lo que será.

Con esta total consagración te confío cuanto tengo y cuanto soy,

todo lo que he recibido de Dios.

Te confío mi inteligencia, mi voluntad, mi corazón.

Deposito en tus manos mi libertad, mis ansias y mis temores,

mis esperanzas y mis deseos, mis tristezas y mis alegrías.

Custodia mi vida y todos mis actos

para que le sea más fiel al Señor

y con tu ayuda alcance la salvación.

Te confío ¡Oh María! mi cuerpo y mis sentidos

para que se conserven puros y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.

Te confío mi alma

para que tú la preserves del mal.

Hazme partícipe de una santidad igual a la tuya;

hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida.

Te confío mi entusiasmo y el ardor de mi juventud,

para que tú me ayudes a no envejecer en la fe.

Te confío mi capacidad y deseos de amar;

enséñame y ayúdame a amar como tú has amado

y como Jesús quiere que se ame.

Te confío mis incertidumbres y angustias

para que en tu corazón yo encuentre seguridad,

sostén y luz en cada instante de mi vida.

Con esta consagración me comprometo a imitar tu vida.

Acepto las renuncias y sacrificios que esta elección comporta

y te prometo, con la gracia de Dios y con tu ayuda,

ser fiel al compromiso asumido.

¡Oh María!, soberana de mi vida y de mi conducta,

dispón de mí y de todo lo que me pertenece,

para que camine siempre junto al Señor bajo tu mirada de Madre.

¡Oh María! Soy todo tuyo

y todo lo que poseo te pertenece ahora y siempre. ¡Amén!



¡Queridos hijos! Que este tiempo sea para ustedes un tiempo de oración. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

Historia de las apariciones de Medjugorge

el poder del Rosario

Mensaje del 25 de febrero de 1988

"Queridos hijos, también hoy deseo invitarlos a la oración y al abandono total a Dios. Sepan que los amo y que vengo acá con amor para mostrarles el camino de la paz y de la salvación de sus almas. Deseo que me obedezcan y que no le permitan a Satanás que los seduzca. Queridos hijos, Satanás es fuerte y es por esto que pido sus oraciones y que me las ofrezcan por aquellos que están bajo su influjo, para que ellos se salven. Den testimonio con sus vidas y sacrifiquen sus vidas por la salvación del mundo. Estoy con ustedes y les doy gracias. Luego, en el Cielo, recibirán del Padre la recompensa que les ha prometido. Por eso, hijitos, no se preocupen. Si oran, Satanás ni siquiera mínimamente puede enredarlos, porque ustedes son hijos de Dios y Él tiene Su Mirada puesta en ustedes. ¡Oren!, que el Rosario esté siempre en sus manos y sea señal para Satanás de que me pertenecen. Gracias por haber respondido a mi llamado."

Estas son las promesas que la Virgen Maria hizo a quien le sirviere rezando el Rosario:

El que me sirva, rezando diariamente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.

- Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.

- El Rosario será un fortísimo escudo de defensa contra el infierno, destruirá los vicios, librará de los pecados y exterminará las herejías.

- El Rosario hará germinar las virtudes y también hará que sus devotos obtengan la misericordia divina; sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo al amor por Dios y los elevará a desear las cosas celestiales y eternas. ¡Cuántas almas por este medio se santificarán!.

- El alma que se encomiende por el Rosario no perecerá.

- El que con devoción rezare mi Rosario, considerando misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá muerte desgraciada; se convertirá, si es pecador; perseverará en la gracias, si es justo, y en todo caso será admitido a la vida eterna.

- Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin auxilios de la Iglesia.

- Quiero que todos los devotos de mi Rosario tenga en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia, y sean partícipes de los méritos de los bienaventurados.

- Libraré pronto del purgatorio a las almas devotas del Rosario.

- Los hijos verdaderos de mi Rosario gozarán en el cielo una gloria singular.

- Todo lo que se me pidiere por medio del Rosario se alcanzará prontamente.

- Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.

- Todos los que recen el Rosario tendrán por hermanos en la vida y en la muerte a los bienaventurados del cielo.

- Los que rezan mi Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.

- La devoción al santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación a la gloria.



La tradición atribuye al beato Alan de la Roche (1428 aprox. - 1475) de la orden de los dominicos el origen de estas promesas hechas por la virgen María. Es mérito suyo el haber restablecido la devoción al santo rosario enseñada por Santo Domingo apenas un siglo antes y olvidada tras su muerte. Para más información sobre este beato pueden verse los artículos en inglés publicados en Catholic Online con el título "Bl. Alan de la Roche" y en The Catholic Enciclopedia con el título "Alanus de Rupe"

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